viernes, 12 de septiembre de 2008

EL CAMP DELS AUSENTS




Angelines como cada último viernes de mes acabó de limpiar la lápida del señor Carlos en el cementerio del noroeste, dos enormes jarrones flanqueaban la sepultura, cambió las secas margaritas por unas rosas blancas que acababa de comprar en la tienda de flores y tras santiguarse se alejó en dirección a la salida. Era una mujer creyente, de misa semanal y temerosa de Dios, por eso siempre tenía una oración para el señor “Carlus”, patriarca de la familia a la que servía. Carlos Montasell i Figueres, que fuera durante los años 30 presidente de la Asociación de Empresarios Textiles de la provincia, y concejal de hacienda del ayuntamiento de una pequeña ciudad industrial, resultó detenido durante los primeros días de la guerra civil, acusado de colaborar con los golpistas y salvajemente asesinado sin juicio previo por unos milicianos de la CNT en la carretera de Les Aigües. Una vez terminada la guerra civil las fuerzas vivas (nunca mejor dicho) de la ciudad le tributaron un caluroso homenaje póstumo, y mediante una colecta entre los empresarios de Barcelona, se costeó aquella preciosa sepultura en uno de los parajes más tranquilos del cementerio; su hija, la señorita Leonor, había dado instrucciones a Angelines para que una vez al mes limpiara y arreglara la tumba de su padre, labor que venía cumpliendo desde hacía más de cuarenta años.


Al finalizar la semana Angelines regresaba al pequeño pueblo que le vio nacer; igual que hacía todas los viernes cogía un autobús de La Hispano-Igualadina cerca de Sants, después de tres horas de viaje le dejaba al pie de carretera en un lugar indeterminado del Pla d´Urgell, tras lo cual caminaba otra media hora hasta llegar a su casa.

Angelines al llegar al “camp dels ausents”, una pequeña franja de tierra sin cultivar a un kilómetro de la entrada del pueblo, se detuvo y sacó el pequeño ramo de rosas rojas que llevaba en la bolsa, las depositó junto a una pequeña cruz de hierro al borde de la carretera y rezó un padrenuestro con lágrimas en los ojos. En un lugar indeterminado de esa franja de tierra se encontraba enterrado su padre, sacado una madrugada de la cama cuando ella tenía tan solo ocho años por un grupo de falangistas que habían llegado al pueblo desde Lleida la misma tarde de su muerte, reclamados por el nuevo alcalde para detener a los rojos que no habían huido tras la derrota. Junto a su padre Benavent Camarasa, alcalde socialista desde que ganó las elecciones municipales en el año 1931 hasta la entrada de las tropas nacionales, también fueron detenidos Isabel Doménech la maestra del colegio y otros tres campesinos afiliados al partido comunista; llevados de noche hasta ese lugar fueron obligados a cavar su propia fosa, fusilados y enterrados. Durante años nadie osaba acercarse al lugar, la vegetación fue cubriendo el terreno pero la memoria de los habitantes del pueblo dejó sin cultivar el “camp del ausents”.

Este año a Angelines le han dicho que un grupo de voluntarios pertenecientes a la asociación para la memoria histórica han solicitado permiso para buscar los cuerpos de su padre y de las otras cuatro personas enterradas. Está contenta, por fin podrá dar una sepultura cristiana a su padre, a quien la guerra y el odio de cierta gente se lo llevó una noche de enero del año 39 como al “senyor Carlus” unos años atrás, está feliz pese a la oposición de algunas personas del pueblo, entre ellas Carmelo Guitard hijo de quien fuera el alcalde que sucedió a su padre y el propio párroco que en el último sermón tildó a quienes querían remover la sangre de los muertos de hijos de Satanás, mirándola fijamente a los ojos.

jueves, 11 de septiembre de 2008

EL GUASÓN DE HIGGS


El equipo multidisciplinar de científicos que gestionaba el LHC del CERN de Ginebra acababa de ultimar los últimos detalles antes de proceder a la prueba definitiva, la que les debía llevar al descubrimiento más importante de la humanidad, el hallazgo de la partícula de Dios. Cuando el acelerador se puso en marcha, dos haces de protones chocaban entre si en sentido contrario a la velocidad de la luz, creando energía y elementos nuevos antes no observados por el hombre (ni por la mujer).

De pronto allí apareció lo que buscaban, el “Guasón de Higgs”, la partícula esencial. El comportamiento de la misma al principio fue el que habían previsto los investigadores, unos chistes de Eugenio para empezar y un pequeño monólogo arrancaron las sonrisas de la sala de control así como un extraordinario aplauso de los periodistas congregados. Más tarde, las habituales bromas telefónicas, llamadas con palabras obscenas a los teléfonos de urgencias y el paso a los chistes de gangosos de Arévalo hacían las delicias del auditórium del CERN que se revolvía en los asientos a carcajada libre. Fue quizás en ese instante cuando el mundo debía haberse dado cuenta de que algo iba mal en el experimento. “El Guasón de Higgs”, lejos de mantener un comportamiento uniforme se radicalizó, siguieron surrealistas sketchs al estilo Monty Python y alocadas imitaciones de personajes famosos; una doctora en física de sistemas mojó los pantalones de su impecable traje chaqueta y tuvieron que acompañarla al baño.

Como una marea de aceite pringoso el cachondeo se extendía por el mundo; grupos de talibanes bebían cerveza y se intercambiaban revistas pornográficas en las calles de Kabul mientras reproducían la nerviosa risa del cuñao del risitas, el santo padre desde el balcón de la Basílica de San Pedro en Roma, revelaba el tercer secreto de Fátima a voces entre las carcajadas de la multitud de fieles que le escuchaban, y cientos de miles de chinos (y chinas) con la dirección del partido comunista a la cabeza bailaba la conga sobre la Gran Muralla.

En el pentágono al conocerse el dato de inteligencia que desde Rusia se habían lanzado los misiles tácticos y estratégicos resonó una gran carcajada, y en el gabinete de crisis de la Casa Blanca decenas de analistas militares se revolcaban por el suelo mientras señalaban al mapa que inexorablemente indicaba la trayectoria balística de las armas rusas. George Walker Bush con lágrimas en los ojos de tanto reírse, procedía a girar la llave del maletín nuclear liberando la orden de lanzamiento de los misiles americanos ante la hilaridad del pueblo americano que observó su salida de los silos con muestras de júbilo y choteo generalizado.

Así con el descubrimiento del “Guasón de Higgs”, la humanidad dio por fin el paso de gigante que le ha permitió reproducir el big bang y acercarle definitivamente a Dios.