martes, 24 de febrero de 2009

LA MANADA 16




.- Buenas noches Sr. Vendrell , lamentamos que haya sido convocado de forma tan intempestiva a esta reunión.


El hombre que se erigió en portavoz del “comité de bienvenida” mostraba una actitud amistosa, casi afable. Tendría alrededor de unos cincuenta años de edad, barba canosa bien cuidada, aspecto elegante, porte aristocrático y un acento extranjero indefinido que fui incapaz de identificar en la primera toma de contacto.


.- ¿Reunión? El código penal define claramente como delito de secuestro la actuación de sus sicarios.


.- ¡Por favor Javier, deje de tomarse esto como algo personal! No disponíamos de tiempo para coordinar nuestras agendas, lo entenderá cuando le expliquemos el objeto de esta accidentada convocatoria. Uds. los españoles siempre tan garantistas… acaban de llegar a la democracia y ya se están contaminando con sus peores vicios…


Su discurso destilaba un cinismo macabro dadas las extrañas circunstancias. En plena noche, rodeado de individuos con pinta de agentes de la Gestapo en la Praga del 39, la sensación de terror se acrecentaba por cada minuto que transcurría aquella situación.


.- ¿Que quieren de mí?


.- No tema, acompáñenos dentro y le explicaremos.


El interior de la mansión era un complejo de oficinas perfectamente camuflado en el que trabajaban decenas de personas dentro de sus distintas dependencias, incluso a aquellas horas de madrugada. Accedimos por las escaleras principales al segundo piso; por el camino nos cruzamos con dos guardias civiles de uniforme, suceso que lejos de tranquilizarme, dado mi historial político en la universidad, me inquietó aún más; España acaba de salir de la dictadura con la muerte del general Franco, pero estaba aún lejos de ser un estado con prácticas democráticas, y la desconfianza de alguien como yo, que se había formado en los círculos de la izquierda de la universidad, era comprensible en aquel momento. Hacía poco más de un año que se había producido en Madrid la matanza de Atocha, donde varios compañeros fueron asesinados en un bufete laboralista a manos de un grupo de fascistas de la Triple A, además, todo el mundo sabía de las conexiones de la ultraderecha española con la policía y el ejército. Paradójicamente mis temores en ese sentido se fueron desvaneciendo cuando entramos a la sala de reuniones y me fueron presentando a mis interlocutores.


.- Antes de empezar, Sr Vendrell, le presentaré a los participantes de este, digamos… encuentro preliminar, por supuesto cualquier información que le transmitamos está sujeta al más estricto secreto, y la existencia de este contacto, del que no se expedirá acta alguna, será negado en todas las instancias. Algunos de los nombres de las personas que hoy conocerá, por motivos de seguridad son falsos, en ningún caso se corresponden con su identidad, no así los cargos ni su unidad, que le serán comunicados para su tranquilidad. En primer lugar, el comandante Anido, del Centro Superior de Información de la Defensa, a su derecha el Coronel de la Guardia Civil Alberto Enríquez, y mi nombre en clave para Ud. será Javert, de la Direction Generale de la Securite Exterieure de Francia.


Bien, con su permiso el Coronel Enríquez le hará una breve introducción. Cuando quiera Coronel:


.- Ud. Sr. Vendrell, antes de venir a estudiar la carrera de Derecho a Madrid, residió durante unos años en el barrio de Santa Rosa en Barcelona. Allí conoció a una serie de amigos con los que acabaron formando lo que en el argot juvenil se denomina una pandilla…


.- Perdonen. ¿van escribir mi biografía?


.- ¡Vendrell no me interrumpa! y guárdese las bromas para mejor ocasión. Como le iba diciendo, Ud. formó parte de aquella pandilla los años suficientes como para conocer perfectamente a Eduardo Sánchez, si no me equivoco apodado “ el jefe”, y a quien se hacía pasar por su tío, Roberto Sánchez.


Ninguno de los escenarios que había dibujado en mi imaginación durante las horas del “secuestro” podía haberme conducido a santa Rosa. Mi estupor era de tal magnitud que me impedía articular palabra escuchando fascinado la kafkiana exposición del Coronel Enríquez.


¿En que lío se habrían metido mis antiguos amigos para captar la atención de ls servicios de inteligencia de media Europa?