martes, 5 de mayo de 2009

UNA DE PIRATAS

La noche era oscura como el alma del demonio, solo unos leves crujidos de la madera del barco y las olas golpeando la quilla rompían el silencio. Corría el día de nuestro señor Jesucristo de cinco de mayo de 1647. En cubierta unos pocos hombres esperaban expectantes las órdenes del capitán.

Desde hacía ya más de dos años, Jack Espárrago comandaba aquella tropa de desgraciados; se habían embarcado en aquel viejo galeón español superviviente de la batalla de Gravelinas, bautizado “el infatigable”, para dedicarse al transporte de cuero y tabaco desde “ La Española”, pero pronto las leyes del Rey Felipe III destinadas a erradicar el contrabando les empujaron a la piratería . Jack era un hijo de la gran puta, en el sentido literal del término, su padre desertor de los tercios españoles, cuidaba ovejas en las laderas de Isla Tortuga y su madre, la más cochina camarera de la Taberna del Inglés, un tugurio infestado de piratas. Todos aquellos tunantes eran ingleses y franceses, la mayoría ladrones de poca monta y contrabandistas, pero a lo largo del tiempo habían aprendido a obedecer al capitán y a regirse por la “Charte Partie” o código pirata.

.- Mister Pinkerton, quiero a todos los hombres en la bodega en silencio, que se queden en cubierta solo los imprescindibles para gobernar el barco.

Dictó las instrucciones con un susurro, sin levantar la voz… los hombres seguían sus pasos con la mirada y en sus ojos se reflejaba un miedo indisimulable incluso para aquellos curtidos lobos de mar. El segundo de a bordo se acercó a los hombres y sin decir una sola palabra fue tocando uno a uno a los elegidos para el cometido, mientras los demás se deslizaban por la escotilla hacía la bodega. Dos marineros se encaramaron al palo de mesana para desplegar las velas latinas que dieran una cierta maniobrabilidad al buque, otro a la punta de la mayor, mientras el piloto esperaba paciente indicaciones del capitán. El resto de la tripulación, más de treinta hombres condenados por sus fechorías al infierno, se dispusieron a rezar las pocas oraciones que recordaban conformando un inquietante murmullo en el interior de las entrañas del navío.

A menos de una milla, tres enormes buques de guerra de la armada española navegaban en dirección al “infatigable”; hacía más de una semana que seguían el rastro del galeón pirata. La banda de Jack, como eran conocidos, eran los responsables del apresamiento de cinco galeones comerciales, del robo de decenas de cofres de monedas de oro procedentes del puerto de Callao y del asesinato de sus tripulaciones, ya fueran muertos en combate o lanzados por la borda. El capitán Espárrago consciente de la inutilidad del combate frente a los tres poderosos navíos, y de que no habría perdón para ellos, solo podía confiar en las negras tinieblas de una noche de luna nueva. Se dispuso a maniobrar sutilmente el barco para evitar la colisión.

.- Piloto, vire tres grados a estribor.

El infatigable se desplazaba lentamente, intentando esquivar la inminente llegada de la escuadra española, cuando esta se encontraba a escasos tres cables de distancia. El silencio era ahora sepulcral, tan solo las respiraciones aceleradas de los hombres indicaban señales de vida a bordo. El primer buque en pasar junto al “infatigable” fue el “Nuestra señora de Montserrat”, una fragata de guerra armada con más de 50 cañones, de la que se podían divisar las luces de cubierta y las voces de la tripulación. Las olas que provocó a su paso sacudieron el barco pirata como un cascarón.

De pronto un extraño sonido rompió el silencio de la noche…



♫ Tenía tanto que darte…♪ tantas cosas que contarte… tenía tanto amor, guardado para ti…♫



.- ¡ Mierda, son las 10! Sí dime cariño.

.- Por Dios Federico, llevas toda la tarde pescando ¿sabes la hora que es? ¿aún estás en la barca?

.- Sí mujer, se me ha pasado el tiempo volando, ahora mismo voy para casa.

.- Tienes 10 minutos para llegar, o me pongo a cenar sola.

.- No mujer, si estoy aquí mismo, en cinco minutos llego.

.- ¿Habrás pescado algo para cenar?

.- Nada, ni un boquerón… toda la tarde perdida.

.- Ya te vale, es el último verano que alquilamos el apartamento, el próximo año nos vamos de viaje al caribe, Federico.

.- Está bien ahora hablamos, no te enfades…

¡ Joder, ha colgado!