viernes, 30 de mayo de 2008

DESPERTARES.




.- Carlos, has venido hoy al programa para decirle a su esposa que quieres que vuelva, y que estás dispuesto a cambiar.

.- Si, quiero declararme y regalarle este anillo como prueba de mi amor.

.- Pero Carlos, le has sido infiel a tu esposa en reiteradas ocasiones, ¿no es cierto?

.- Si, es verdad, pero prometo ser un esposo ejemplar a partir de este momento, quiero decírselo delante de tu audiencia y de toda España.

.- Se lo dirás después de la publicidad, haremos pasar a tu esposa al plató y podrás declararle tu amor, espero que tengas mucha suerte, un fuerte aplauso para Carlos…

La música de la sintonía del programa de María Rosa rescató a Esperanza de la abstracción en la que se había sumido contemplando la patética historia de Carlos, entonces recordó que hacía más de una hora que había puesto el arroz a hervir en la cocina. Mientras sus dos hijos reconstruían con soldaditos de plástico, la batalla de Little Big Horn en el recibidor, un fuerte olor a quemado impregnaba el aire de la vivienda, ella lamentó el descuido amargamente, el programa de María Rosa estaba tan interesante aquella mañana, que se le había ido el santo al cielo.

A Esperanza le encantaban a aquellos programas en los que María Rosa destapaba las miserias de extraños personajes dispuestos a vender su intimidad por unos minutos de gloria en televisión, muchas veces había asomado una pequeña lagrimilla de sus cansados ojos de ama de casa, cuando una pobre muchacha contaba la mala relación que sufría con su madre, o la oposición de esta última a su relación con el que consideraba el hombre de su vida, un striper de discoteca y disc jockey de relativo éxito entre las mujeres. Se pasaba las horas muertas de la mañana viendo aquel programa (y otros) . En ocasiones le aliviaba ver que las desgracias ajenas eran mucho más graves que sus propias preocupaciones y le evadían de su monótona existencia.

Intentaba arreglar el desaguiado culinario, pensando que en pocos minutos llegaría su marido del trabajo cuando sonó el teléfono y lo descolgó con un gesto de fastidio.


.- ¿Dígame?

.- ¿La señora Hernández?

.- Si, yo misma.

.- Mire, soy el jefe de personal de la empresa de su marido Antonio, lamentamos tener que darle una mala noticia.

.- Por Dios, ¿le ha ocurrido algo?

.- Su marido ha sufrido un accidente laboral hace unos minutos, se ha caído desde el andamio en el que estaba trabajando, sentimos comunicarle que no se ha podido hacer nada por su vida, en estos momentos el médico forense acaba de certificar la defunción.

.- Lo sentimos mucho señora, reciba nuestras condolencias.


Una lágrima asomó tímidamente de los ojos de Esperanza, el olor a arroz quemado sea adueñaba del ambiente y la música de continuidad del programa de María Rosa indicaba que tras la publicidad, Carlos estaba a punto de confesar sus infidelidades ante más de 2 millones de telespectadores. En el pequeño Little Big Horn del recibidor, esta vez había ganado el séptimo de caballería, y Antoñito exhibía orgulloso su victoria ante su hermano menor.

lunes, 26 de mayo de 2008

CON LAS MANOS EN LA MASA.




Siento una pasión enorme por la cocina, os parecerá sorprendente que de una profesión tan alejada de los fogones como la mía, surja una afición que se remonta casi a la niñez.

En mi caso, no es algo heredado de madres o abuelas duchas en el manejo de las cocciones y de los ingredientes, tanto mi madre, como una de las abuelas (a la otra, lamentablemente la conocí muy poco), no es que hubieran sido excelentes cocineras, al contrario, su cocina dejaba mucho que desear. Es quizás por ello que desde pequeño intenté descubrir los secretos de este arte culinario que nos produce placeres tan sensuales como el propio sexo.

Los fundamentos de la cocina, siempre han sido una elección adecuada de las materias primas, la técnica en el manejo de las mismas, y unas cuantas nociones básicas:

Los sofritos, la ebullición, las maceraciones, el asado y la plancha. Con esos conceptos claros, unas materias primas como las que afortunadamente disponemos en la cocina mediterránea y una adecuada técnica del corte, la preparación, la transformación y la conservación, podemos empezar a plasmar en el imaginario lienzo de la sartén o del cazo nuestras pequeñas obras de arte.

He querido explicar a modo de introducción lo anterior, para que cualquier lector pueda entender que mi punto de partida a la cuestión que planteo no es neutral, ni pretende contemporizar en la polémica que estos días enfrenta a lo más granado de nuestra cocina con Ferrán Adrià, Arzak, Subijana, Roca, Ruscalleda y otros por un lado frente a Santi Santamaría por otro.

En el libro “La Cocina al desnudo” Santi Santamaría expresa una crítica feroz a la inclusión en las recetas de ingredientes químicos que bajo ningún concepto utilizaríamos en casa. Ingredientes tales como Alginato, Algar, Metilcelulosa y otros utilizados para dar texturas sorprendentes, esferificaciones, gelatinas calientes, y sobre todo una concepción de cocina experimental que sacrifica en muchos casos la “naturalidad” del ingrediente por su transformación exagerada. Sin entrar a valorar el peligro que dichas prácticas puedan causar en nuestra salud, tales como alergias y acumulaciones de tóxicos innecesarias, creo, y más con la que le está cayendo al pobre Santamaría, que debo ponerme del lado de quien reivindica los orígenes de nuestros conceptos culinarios, la mínima transformación de nuestros excelentes productos y por supuesto, una vuelta a la pasión por la alimentación sana.

Desde el punto de vista de un profano como yo, o mejor dicho, de un aficionado al arte de embadurnarse las manos de harina, no me valen las deconstrucciones de tortilla de patatas, si no se es capaz de elaborar una tortilla española como Dios manda, ni me sorprenden los carpaccios, hoy se hacen carpaccios hasta de jamón de bellota (se lo juro, un día me pusieron un plato de jamón de bellota cortado fino y me lo presentaron como un carpaccio), ni las espumas de cocido, ni las gelatinas calientes de rabo de toro. Hay que volver a la cuchara y al principio de intervención mínima.

Por favor, una botella de Albariño, unas gambas de Palamós vuelta y vuelta con sal, un pulpo a Feira en su punto y una olla aranesa para empezar… después nos sentamos, hablamos de nuevos conceptos, del laboratorio gastronómico, de los experimentos con gaseosas y de los sifones.