viernes, 24 de abril de 2009

MEMORIA HISTORICA.

Novi Beograd, una pequeña ciudad industrial cercana a Belgrado que se extiende en la ribera izquierda del río Sava, amaneció aquella mañana de invierno con menos actividad de lo habitual, casi se podría decir que se desperezaba lentamente mientras unos pocos coches cruzaban la avenida Popovića aún iluminada por las farolas junto al hotel Continental, un frío sábado de febrero.



Vlade, acababa su turno de noche como recepcionista del hotel y se dispuso a subir a su vehículo, un viejo Skoda estacionado en el párking, observando que los cristales estaban completamente blancos debido a la intensa helada nocturna. Con un gesto de fastidio arrancó no sin dificultades el coche, encendió la calefacción, y mientras frotaba con un sucio paño procedía a desprender el hielo acumulado en el parabrisas. Vlade era un hombre de unos 50 años, casado y con tres hijos; Darío el mayor hacía más de dos años que se había alistado en el ejército serbio de la república Srpska de Bosnia, Ivana la pequeña, estudiaba en la universidad de Belgrado, y hacía poco más de un mes que habían celebrado la boda de Jelena. Aunque las restricciones de la guerra no permitieron una celebración como él hubiese querido, la verdad es que fue un día de grandes emociones para la familia, y el reencuentro con su hijo Darío tras mucho tiempo de ausencia.



Procedió a comprobar en su maletero que no olvidara nada, y guardó en el mismo una bolsa con un pequeño termo de café que había sacado del hotel, una fiambrera conteniendo unos “ćevapčići“ envueltos en pan fermentado, una especie de albóndigas de carne picada que el cocinero del hotel le había preparado la noche anterior, y unas cervezas. No había dormido en toda la noche, pero Vlade era una persona acostumbrada por su trabajo a largas vigilias; nada que no se solucionara con unas tazas de café cargado, pensó. Se dispuso a emprender la marcha tomando la autopista de Belgrado-Zagreb, y atravesó la ciudad con las primeras luces del alba. La vieja autopista, pronto se transformó en una carretera secundaria llena de baches y agujeros, más que una vía rápida que debía unir los territorios serbios de Yugoslavia con la zona tomada por las milicias chetniks de Pale en Bosnia-Herzegovina, parecía una vieja calzada romana. Los poco más de doscientos Kilómetros de distancia se hacían eternos en aquella carretera, al margen de los controles del ejército yugoslavo antes de la entrada en territorio bosnio, que formaban largas colas de vehículos. Llegando a las inmediaciones de Sarajevo, la carretera empezó a serpentear montaña arriba por entre bosques de pinos negros y abetos, apareciendo pequeñas clapas de nieve que se fueron convirtiendo a medida que el vehículo ganaba altura en un manto blanco a ambos lados de la carretera que brillaba con los rayos del sol . Por suerte, la calzada estaba limpia y el coche aunque con dificultades enfilaba aquella carretera hasta que un control de los hombres de karadzic, le obligó a detenerse. Tras una breve identificación, aquel capitán sonriendo le comentó que conocía a su hijo, y que podía sentirse orgulloso, era un excelente soldado, un hijo de la patria serbia luchando junto a sus hermanos, y le indicó el camino que debía tomar hasta la posición que se le había asignado.



Aparcó el coche cerca de una pequeña caseta de pastores, cogiendo la bolsa con la comida y un viejo AK47 cuidadosamente envuelto en tela, para evitar los reflejos del sol en el metal del arma que pudieran delatar su posición, fue acercándose al borde del barranco desde donde se divisaba toda la ciudad de Sarajevo. Cerca de su puesto un grupo de soldados chetniks limpiaban unas piezas de artillería. Se enfundó la chaqueta verde del ejército yugoslavo, y lentamente procedió a montar la mira telescópica del fusil, y a sacar unos viejos prismáticos militares de la mochila.



Entre tanto, en un descampado cerca del viejo puente Seher Cehaja que cruza el río Miljacka en Sarajevo unos niños jugaban un partido de fútbol. Mehmed un chico de 12 años jugaba de portero. Un sonido sordo, casi imperceptible entre los gritos de los chiquillos, rompió la plácida mañana cuando una bala le alcanzó en la cabeza; casi sin sentirlo su vida se desvaneció en un fugaz instante. El pánico se apoderó del resto de los niños, que salieron corriendo al grito de ¡snajpers! mientras el cuerpo de Mehmed se desangraba lentamente abandonado en aquella improvisada portería hecha de troncos de madera.



Vlade, dejó el fusil apoyado en un árbol y abrió la bolsa de la comida procediendo a comerse aquellos “ćevapčići“ que con tanto esmero le había preparado el cocinero del Hotel Continental, mientras a pocos metros, al escuchar las sirenas de las ambulancias en la ciudad, los soldados le felicitaron con gestos de júbilo a distancia, a los que correspondió alzando el puño con una sonrisa. Vlade era uno de los mejores francotiradores de fin de semana, como les llamaban a aquellos hombres que una vez terminado su trabajo se acercaban a las colinas de Sarajevo ocupadas por el ejército de la república Srpska de Pale, a fin de mantener el estado de terror en la ciudad sitiada. Al terminar de comer encendió un cigarrillo y marcó con un cuchillo una nueva muesca en la culata del fusil, antes de coger otra vez su viejo vehículo de regreso a Belgrado, donde le esperaba su familia a la hora de la cena y una buena cama para recuperar las horas de sueño perdido.



EUROPA, año 1995.
Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla ( Winston Churchill).

martes, 21 de abril de 2009

LA METAMORFOSIS de Fede.






Cuando Federico se despertó una mañana después de un sueño intranquilo y puso la radio, se dio cuenta de que no entendía una sola palabra de lo que escuchaba. Que raro pensó, juraría que por la noche dejé sintonizada la emisora. Se dispuso a efectuar una búsqueda en el dial del aparato con la sorpresa de que todas las emisoras retransmitían en aquel idioma que no había oído en la vida.

Perezosamente fue incorporándose de la cama y observó como su mujer seguía durmiendo a su lado, lo cual descartaba casi por completo el hecho de que estuviera soñando; hacía años que la imagen de su querida esposa no aparecía en ningún escenario onírico. Su inicial sorpresa se fue convirtiendo en estupor cuando sintonizó la cadena de la cual era el locutor estrella de las mañanas y seguían emitiendo en aquella lengua extraña. No quiso despertar a su mujer para no alarmarla, le echó un vistazo a la habitación y allí seguía el extraordinario tapiz que compró en su último viaje a Japón, la foto de sus hijos encima de la mesita, y su traje perfectamente planchado por la asistenta la tarde anterior en el galán de noche. Se acercó a la ventana y lloviznaba, aún estaba oscuro el cielo. Federico se despertaba habitualmente a las 4 de la mañana, y tras asearse salía disparado hacía la Radio para preparar el programa que daba comienzo a las seis.

.- ¿Y si sigo durmiendo un rato más? Quizás al despertar consiga recuperar la situación anterior y todo este incomprensible embrollo se haya solucionado por si mismo.

Imposible, el reloj avanzaba inexorablemente y él debía dirigirse a su trabajo, a su cita diaria con sus centenares de miles de oyentes. Pero ¿como hacerlo? si era incapaz de articular una palabra en español…

Por fin se decidió a despertar a su mujer:

.- Enriqueta, despertat si us plau… no em trobo gaire bé.

.- ¿Como dices Fede?

.- ¡Dios mío! También ella hablaba en aquel idioma ¿que le estaría ocurriendo?

.- ¿Fede, te ocurre algo? Son casi las cinco y todavía estás en casa.

.- Es que no sé ben bé que m´ estàs dient estimada esposa, no entenc una paraula del que dius.

.- ¡Santo cielo! hablas en catalán, que humor tienes por las mañanas cariño.

Tardó más de media hora en darse cuenta de que aquello no era ninguna broma, y que algo le había ocurrido a la capacidad de comunicación de su marido. Intentó mediante gestos y con alguna palabra de catalán que recordaba hacerle ver que no era buena idea ir a trabajar aquella mañana, ella misma llamaría a la emisora para decirles que se encontraba mal y no podría hacerse cargo del programa en unos días.

.- Fede no te preocupes, te prepararé algo para desayunar y verás como todo lo ves de otra manera, intenta tranquilizarte. Después iremos a la consulta del doctor Montes, para que te examine, o mejor, llamaré al doctor para que venga a casa y te dé unos calmantes, no sé si sería buena idea salir en tu estado.

Federico cada vez estaba más nervioso, nada de lo que escuchaba le era familiar, ni siquiera fue capaz de leer el periódico que cada mañana el portero del edificio de forma solícita le acercaba a su domicilio, leer El Mundo, diario al que estaba subscrito desde hacía 15 años, era como intentar entender las páginas de sucesos del Die Suddeutsche Zeitung. Pronto apareció su esposa con el desayuno, unas lonchas de longaniza turolense y una hogaza de pan con aceite, como a él le gustaba, pero fue incapaz de probar bocado.

.- ¿ Podries fer-me unes llesquetes de pa amb tomàquet i uns tallets de fuet? Aquest embotit aragonès es massa especiat per mi.

.- ¡Me caguenlá Fede ! Que ya me estás cargando. Te comes lo que te he puesto y después te hago unas migas para chuparte los dedos, a ver si te recuperas.

No hubo forma humana de recuperar sus conocimientos de la lengua cervantina en toda la mañana. Él, todo un licenciado en filología hispánica era incapaz de pronunciar una frase seguida, y lo peor era aquel horrible acento gerundense que impregnaba todas sus palabras. Sus hijos habían salido ya para el colegio, la pequeña Angelines se pasó todo el desayuno llorando en un rincón del comedor mientras su padre le recitaba unos versos de Maragall:

Escolta, Espanya, - la veu d'un fill

que et parla en llengua - no castellana;

parlo en la llengua - que m'ha donat

la terra aspra:

en'questa llengua - pocs t'han parlat;

en l'altra, massa.

¡ Que más hubiera querido que recitar a Espronceda, Góngora o Quevedo, y si mucho me apuran al maricón de Lorca! Pero nada, que no le salía ni una sílaba.

Las horas iban pasando en aquella casa, y el silencio se adueñaba de la estancia donde Federico y Angelines esperaban la visita del doctor. No es que nunca hubieran hablado demasiado, y ello bien que se lo recriminaba Angelines cada día al llegar del trabajo, pero nada comparable con aquella tensa mañana. De pronto sonó el timbre de la puerta:

.- El doctor sin duda, exclamó Angelines.

.- ¿Que dius?

.- Nada hijo, nada…

.- Segur que es el metge.

.- Hay que joderse con el Pompeu Fabra de los cojones...

Efectivamente la visita que esperaban del Doctor Montes había llegado. El doctor Montes era un viejo amigo de la familia, un prestigioso médico en Madrid, lo que coloquialmente llamaríamos una “eminencia”.

.- He venido tan pronto he podido Angelines.

.- ¡Gracias a Dios Doctor Montes! estoy muy asustada. Federico se ha levantado hablando en catalán, al principio pensé que era una broma de las suyas, ya sabes, el catalán, los separatistas, la ETA, sus temas preferidos… pero pronto me he dado cuenta que algo no iba bien.

.- No te preocupes, verás como no es nada. Vamos a ver al enfermo. Buenos días Federico.

.- Bon dia Doctor, tot i que casi son quarts de tres.

.-¡Ostia! si pareces Francino.

Tras un minucioso examen, el doctor dictaminó que no le ocurría nada más que un shock a consecuencia del estrés acumulado en las últimas semanas, que le había producido una amnesia selectiva substitutiva, es decir, había olvidado por completo su idioma materno y lo había sustituido por otro que se hallaba latente en el subconsciente desde los años de residencia en Barcelona. Nada que no se curara con descanso y una buena inmersión lingüística en castellano. Le aconsejó que mantuviera contacto con las personas afines, amigos y colaboradores…Pero los días iban pasando y sospechaba que algo más le estaba ocurriendo, porque no solo el idioma se había apoderado de él, también detectaba síntomas como una necesidad imperiosa de beber en porrón, ir a buscar bolets, no gastar más de la cuenta, los pies se le movían inconscientemente al ritmo de las sardanas y sobre todo, le apetecía terriblemente escuchar canciones de Nuria Feliu, lo que le producía un sentimiento de vergüenza indisimulada. Ni siquiera la visita de Esperanza pudo aliviar el sufrimiento al que sometía a su familia:

.- ¡Muchaaaaacho! Me lo contaron y no me lo podía creer…

.- Ja ho veu presidenta, no hi ha manera de que tot torni a la normalitat.

.- No te preocupes Federico... verás como pronto se te quita. Pero si estás muy gracioso, me recuerdas a Albert, mi director de teatro preferido. Además, yo también hablo catalán, mira lo que me ha enseñado Albert…

setze jutges de un jutjat mengen fetge de un penjat que encara penja”

Todo eran palabras amables pero vacías de contenido. Con el paso de los meses fue despedido de la emisora, su mujer y sus hijos le abandonaron como a un apestado, los amigos dejaron de llamarle, en parte por la dificultad idiomática, en parte porque nada le unía ya a ellos. Los taxistas , sus grandes valedores en los últimos años, se negaban a recogerle, la asociación de víctimas del Terrorismo a la que pertenecía, le expulsó sin contemplaciones, ni siquiera Pedro Jota le visitaba ultimamente.

Así que decidió adaptarse; si la evolución le había llevado hasta ese punto, debía asumir el nuevo rol, y tal como había hecho en otras ocasiones se dispuso a cambiar su pensamiento adaptándolo a la nueva situación.

- Y es per aixó que avui día de Sant Jordi, em trobo aquí , presentant aquest nou llibre, “Adeu Espanya”, escrit a dues mans amb el meu entranyable amic Joel Joan. Per que tal i com va dir el nostre filòsof de Santpedor, Pep Guardiola, tot està per fer i tot es possible.



BONA DIADA DE SANT JORDI A TOTHOM.