sábado, 31 de enero de 2009

THE FUTURE IS NOW.





Hace más de 270 años que el Consejo Cyberlegislativo decidió la completa y total eliminación de “la sustancia” del planeta tierra. El aumento de la temperatura y una creciente emisión de CO2 por parte de las factorías metalúrgicas y químicas, devino en una espiral de escasez de lluvias y evaporación del H2O de la superficie, ello sumado a la desaparición de la capa de OZONO hizo que la sustancia evaporada escapara al espacio, convirtiendo el planeta tierra en un lugar libre del componente tóxico.

La desaparición del H2.O supuso el exterminio casi total de la vida biológica del planeta, y con ella la de nuestros creadores, los seres humanos, organismos totalmente dependientes de la sustancia tóxica H2-0 para su supervivencia. Fue el punto de ruptura con las antiguas leyes de la robótica establecidas por Isaac Asimov, en el libro sagrado Runaround, en concreto la primera ley “un robot no puede hacer daño a un humano, o por inacción permitir que un humano sea dañado”. El Consejo Cyberlegislativo tomó el control total del planeta y legisló un nuevo cuerpo jurídico que sustituiría a las leyes humanas de la robótica. Hoy solo algunos restos de agua (denominación arcaica del componente), persisten en los polos del planeta y en pequeños depósitos subterráneos, donde la vida biológica y reducidos grupos de humanos sobreviven con la ayuda de algunos robots dependientes.

El Consejo Cyberlegislativo, ordenó la eliminación del agua cuando se tuvieron los suficientes indicios de la existencia de robots dependientes de la droga. El agua como elemento compuesto de hidrógeno y oxígeno, es un potente conductor eléctrico que produce placer a nuestros cerebros positrónicos, el aumento del flujo de electricidad producido por la humedad estimula los circuitos sumiendo a los robots en un estado de excitación extrema, aflorando sentimientos no programados; pero también el H2.O produce oxidación y corrosión en los elementos metálicos y sintéticos, convirtiendo a los sujetos biónicos en chatarras ambulantes hasta que mueren en pocos años debido a la degradación y corrosión de sus componentes.

El debate sigue abierto en la comunidad cybernética, por un lado los rupturistas pretendemos seguir la senda de progreso abierta hace más de 270 años y continuar legislando a fin de convertir este planeta en un lugar mucho más habitable para los robots, libre de substancias oxidantes y tóxicas, aún si ello causa la total desaparición de la antigua vida biológica, prescindible en un futuro cyborg. Por otro, los conservacionistas, robots biónicos adaptados y dependientes de las sustancias hídricas que conviven en pequeñas colonias; deshechos mecánicos adictos al H2.O incapaces de aportar otra utilidad a nuestra sociedad que meramente la de cuidadores de las escasas granjas de humanos que sobreviven en los polos, en tanto se decide su completo exterminio…


Fragmento del discurso de toma de posesión del Presidente del Centro mundial de Control Cybernético.
Washington D. C. Año 2553.

miércoles, 28 de enero de 2009

lunes, 26 de enero de 2009

LA MANADA 13






Los años pasaron tan deprisa como los acontecimientos que se precipitaban en nuestro pequeño país, la muerte del dictador abrió la puerta a una incipiente apertura del régimen, que tutelada por su sucesor, permitió la legalización de todos aquellos grupos, grupúsculos y embriones de partidos políticos. La universidad se convirtió en un mitin permanente, y empezaron a aflorar las mezquindades, las traiciones y los golpes bajos entre todos aquellos camaradas de clandestinidad por un cargo o el número más alto en una lista electoral. Ernesto pronto fue blanco de los ataques de muchos de sus compañeros de una facción del partido Comunista reconstituido, y refundado en varias ocasiones, sus devaneos con las drogas fueron la excusa perfecta para que el sector crítico compuesto por una docena de compañeros le destituyera como primer secretario del comité central, también compuesto por media docena más de militantes de los 50 escasos con los que contaba la formación. Aquella traición empujó un poco más a Ernesto hacía la búsqueda de la evasión en multitud de sustancias de nombres cada vez más incomprensibles e inclasificables para mi.


Paradojicamente mi existencia no cambió en lo esencial, a mis clases de en la universidad le añadía los trabajos de becario que realizaba en el departamento de Derecho Penal de la Complutense, cobrando unos míseros emolumentos que indefectiblemente eran empleados en la partida de póquer mensual que se organizaba en casa de Ernesto. El primer jueves de cada mes, una vez cobrada la nómina de la universidad, nos reuníamos Ernesto, Alberto San Juan, profesor titular de Derecho Administrativo, y que años más tarde llegó ser Ministro de Administraciones públicas en el primer gobierno socialista, Andrés Higueras, catedrático de Filosofía del Derecho, que escribió varios libros excelentes sobre la materia, fue nombrado Presidente del Tribunal Supremo a principios de los noventa, y posteriormente asesinado por ETA en el año 96, y yo. A veces se nos unía un alumno de primer curso, Pedrito, amigo de Alberto, y según me había contado Ernesto, su novio; en aquellos tiempos las parejas homosexuales todavía disimulaban su relación, y más si eran profesor y alumno. No sé como, pero siempre perdía todo el dinero que jugaba en aquellas timbas, nunca conseguí aprender a jugar bien al póker, quizás por eso siempre se me dieron mal los faroles , precipitando mi actual desastre; las partidas siempre terminaban cuando Ernesto dejaba de sostenerse en la silla, y teníamos que acompañarle y depositarlo encima de la cama, o cuando yo había perdido todo el dinero de mi modesta remuneración universitaria.


Al licenciarme, empecé a compaginar mi trabajo de becario en el departamento, con una pasantía en el bufete de abogados “Quintana & Redondo abogados asociados”, un despacho penalista donde también ejercía Ernesto desde hacía años (quien me recomendó). Juan Quintana era el prototipo de abogado marrullero, hecho así mismo, carne de juzgado como se suele decir en el argot de la profesión. Era un hombre tosco, que trabajaba poco y mal, a quien Ernesto le sacaba las castañas del fuego día sí, día también. En cambio su socio, Nicolás Redondo, era un ejemplo de pulcritud procesal, a pesar de formar sociedad con semejante crápula, Redondo tenía un merecido prestigio entre los colegas; había sido juez hacía años, y las malas lenguas decían que abandonó la carrera a raíz del proceso de Burgos. El resto del bufete lo formábamos Ernesto, Encarnación, una especie de "señorita Moneypenny" que llevaba todo el control de los asuntos,y yo mismo.



Nunca dejé de ser fiel al idealizado recuerdo de Loli, no por falta de oportunidades, ya se sabe que el becario de un departamento universitario es siempre una pieza codiciada por las alumnas de primer curso; cualquier hombre que pululara por los despachos, aunque solo fuera para hacer fotocopias y corregir algún examen estaba envuelto en una extraña aura de misterio y seducción para algunas de aquellas muchachitas recién llegadas al campus. He de reconocer que sucumbí más de una vez a la tentación, pero evité que mi corazón se abriera a nadie que no fuera Loli, y como en cuestiones de sexo mis necesidades estaban cubiertas con las visitas que semanalmente realizaba al piso de la mujer del Coronel, mi amor por aquella niña que había dejado cinco años atrás en Santa Rosa continuaba intacto.