domingo, 13 de diciembre de 2009

LO SUSCRIBO.



No me ha sido muy difícil tomar una decisión de lo que habría podido hacer hoy ante la convocatoria de las consultas sobre el hipotético Estado catalán en el supuesto que tuviera derecho a voto. Sin ninguna duda, habría votado que sí. Por tres motivos. En primer lugar, votaría reactiva y afirmativamente aunque solo sea para tocar los huevos a una España que no me gusta y a la que nadie, desde la propia España, intenta hacer callar. En segundo lugar, porque encuentro de una gran salud cívica que la gente se dedique a montar urnas y no vaya por la vida con la goma 2 por delante. Y en tercero, porque no me gusta que haya nadie que me diga quién soy, cuáles han de ser mis sentimientos respecto a mis semejantes, de dónde viene mi familia y a dónde va la lengua en la que hablo.
En el fondo, se trata de un conflicto de raíces. Por una parte, la raíz de una hispanidad invasiva que se refleja en un manual de valores patrióticos que distinguen el bien y el mal. Por otra, la raíz humillante de formar parte de un territorio cuyos ciudadanos cumplen las reglas que les dictan y tienen la sensación de ir por la vida pidiendo la limosna de la comprensión. Mi vida personal no se verá afectada por el resultado. Pero es el único instrumento del que dispongo para salir con dignidad de la celda de castigo moral en la que, como catalán, me encuentro.
Lo digo sin paranoia ni ganas de confrontarme con tantos amigos que han renunciado a ponerse en mi lugar. No soy nacionalista, ni catalán ni español, porque estoy convencido de que los nacionalismos se aprovechan de las legítimas pulsiones colectivas para mantener las diferencias entre la gente con poder y la sometida al poder. No estoy convencido, en cambio, de que tanta alharaca nacional, en España o en Catalunya, no pueda desembocar en odios artificiales y en extraños valores segregacionistas. La nación existe, pero los que la defienden mueven más al escepticismo que al entusiasmo.
Hasta ahora creíamos que otra España era posible. Y los adalides de la España centrípeta no están por la labor. Existe una España de la que sería una pena prescindir. No es la España de la uniformidad, sino la diversidad. No es la España que hace ver que no ve, sino la que podría ver el mundo con los ojos múltiples de todas las Españas por poco que se sacara de encima el rastro inquisitorial que la conforma. Tanta energía en el insulto y el ninguneo podría canalizarse hacia la concordia y la comprensión. La España real hoy es un espejismo de la España posible. Y para que haya una España distinta y posible a veces conviene ir a votar lo que en teoría no conviene. Entre todos nos han llevado a esa curiosa paradoja.


JOAN Barril
PERIODISTA Y ESCRITOR

lunes, 23 de noviembre de 2009

OTRO CUENTO DE NAVIDAD.

Evaristo Estruch se levantó sobresaltado aquel veinticinco de Diciembre. Había sufrido una noche agitada, inmerso en terribles pesadillas que apenas le habían permito descansar. En una de ellas, la única que recordaba, un antiguo socio ya fallecido se le aparecía y le martirizaba con una profecía de horrendas apariciones fantasmales en Navidad; algo que le recordó al fantástico cuento de Dickens con los espíritus de las navidades, pasadas, presentes y futuras. Todo le pareció muy surrealista, y aunque nunca fue una persona susceptible le dejó un punto de inquietud.

Tampoco era Evaristo un hombre especialmente avaro, al menos eso creía él.Su única conexión con el “Ebenezer Scrooge” del cuento, era quizás su cargo de Consejero Delegado en una pequeña Caja de Ahorros de la comarca y la adicción al trabajo, vicio que le recriminaban tanto su esposa como sus mejores amigos. Así que una vez hubo desayunado, despejó de su mente las tribulaciones de la noche anterior, seguramente el resultado inevitable de los excesos de la cena de nochebuena.

.- Paparruchas, pensó.

Junto a su hijo menor dedicó la mañana de Navidad a abrir los regalos que “Santa Claus” había dejado bajo el árbol, Un Papá Noel especialmente generoso aquellas navidades, a la vista de la montaña de cajas decoradas que se amontonaban bajo el brillante abeto de poliuretano del salón. En esa tarea estaba cuando sonó el timbre de la puerta. Al abrir su sorpresa inicial se fue convirtiendo en estupefacción, y esta última en un terrible presentimiento:

.- Hola primo, acabamos de llegar de Granada y nos hemos dicho, vamos a visitar al primo Evaristo, y de paso comemos juntos en Navidad con la familia. He intentado encontrar tu teléfono para llamarte antes, pero hace tantos años que no nos vemos que me fue imposible dar con él. No te preocupes por la comida, de camino a tu casa hemos comprado unas pizzas para que no te quedes corto.

Casi no podía articular palabra, ante sus ojos, en el rellano de la escalera y esperando una indicación para entrar se encontraba el primo Julián, un fantasma (en el más moderno sentido de la palabra) de juventud en su Granada natal, acompañado de su mujer y los cuatro hijos del matrimonio.

.- Por Dios Evaristo, no les dejes en la puerta, pasad, pasad…¡qué hombre! Con la ilusión que me hacía conocer a tu primo Julián.

Carmen, su esposa, una mujer encantadora con quien se casó ya hacía más de veinte años, siempre se había caracterizado por su (a criterio de Evaristo) exagerada hospitalidad. Ella tomó las riendas de la situación en un instante y el pobre Evaristo “sin ganas de ná, na más que de morirse” se veía arrastrado por el tsunami de los acontecimientos. Entre tanto, los hijos del primo Julián empezaron a saltar por el sofá, mientras su hijo intentaba proteger (sin demasiado éxito) los juguetes recién estrenados.

Aún no recuperado del golpe inicial, sonó por segunda vez el timbre de la puerta:

.- Hola vecino, ¿está tu mujer?

Era la vecina soltera del segundo. La señora Encarnación, una mujer cuya edad era mucho menor de la que aparentaba, sola en la vida, a pesar de sus denodados esfuerzos por encontrar esa media naranja que le acompañase en el devenir de su existencia, y una plaga bíblica que asolaba casas y haciendas día sí, día también. Entre sollozos y tras una breve conversación con la esposa de Evaristo, esta última se acercó a su marido y le dijo:

.- Cariño, Doña Encarnación se quedará a comer con nosotros, está sola en su casa y no sabe con quien pasar la Navidad, nadie de su familia ha querido invitarla y está con una depresión de caballo. Nos ha traído un bizcocho buenísimo. La verdad es que me he visto en la obligación de invitarla, pobre mujer…

Evaristo en un primer instante pensó en proponer al Vaticano la beatificación en vida de su esposa, pero inmediatamente le vino al pensamiento de nuevo el cuento de Dickens; el fantasma de las Navidades presentes. ¿Será verdad que existen los sueños premonitorios?

Se estaba haciendo tarde para comer, y con la familia del primo Julián y Doña Encarnación en la mesa esperando los langostinos, Carmencita, su hija, se estaba retrasando. En ese instante oyó como se abría la puerta de entrada, y Carmencita entró en el comedor, pero tampoco llegaba sola.

.- Papá he invitado a comer en Navidad a mi novio para presentároslo, D.J.y yo hemos querido que fuese una sorpresa estas navidades, Mamá ha sido nuestra cómplice y está al corriente desde hace unos días. Se llama Damián Josué y es argentino… pero podéis llamarle D.J. Trabaja pinchando discos en varias discotecas. Evaristo miró a su mujer con los ojos inyectados en sangre, en tanto esta le sonreía con complacencia y procedía a acomodar en la mesa a los nuevos comensales.

.- ¡Suegro! Esteee ¿Donde guardás vos las cervezas?

Ante sí tenía al fantasma de las Navidades futuras. Un pollo lleno de tatuajes y piercings que le miraba con una sonrisa forzada mientras daba buena cuenta de una cerveza que Carmencia diligentemente le había servido.

Hundido en su silla mientras la familia del primo comía a dos carrillos, D.J acababa con las existencias de cerveza, vinos y licores, y la vecina seguía obsequiándoles con su conferencia dramática de mujer solitaria y abandonada en Navidad, escuchó en algún programa de televisión las notas de un "año más" de "Mecano, cerró levemente los ojos y se dispuso a celebrar la Navidad en "familia".

domingo, 8 de noviembre de 2009

La estrella.

¿Qué les parece este relato, de Arthur C. Clark?


La Estrella

Arthur C. Clarke

Hay tres mil años luz hasta el Vaticano. En otro tiempo creía que el espacio no podía alterar la fe; y lo creía al igual que consideraba fuera de duda el que los cielos cantaran la gloria de la obra de Dios. A la sazón he visto esa obra y mi fe se encuentra considerablemente minada.

Contemplo el crucifijo que pende en la pared de la cabina sobre el ordenador Mark VI y por primera vez en mi vida me pregunto si no será un símbolo vacuo.

No he hablado con nadie todavía, pero la verdad no puede ocultarse. Los datos existen para que alguien los observe, registrados como están en millas incontables de cinta magnética y miles de fotografías que llevamos de regreso a la Tierra. Otros científicos las interpretarán tan fácilmente como yo; más fácilmente, sin duda. No soy quien para simular la manipulación de la verdad que tan pésimo prestigio proporcionó a mi orden en los días pasados.

La tripulación está ya bastante deprimida; me pregunto cómo se tomarán esta última ironía. Pocos de cuantos la componen tienen una fe religiosa, y, no obstante, no se aprovecharán de este arma definitiva usándola contra mí; guerra privada, honrada pero fundamentalmente seria, que ha tenido lugar durante todo el trayecto desde que salimos de la Tierra. Era divertido tener a un jesuita de Primer Astrofísico. El doctor Chandler, por ejemplo, nunca pudo asimilarlo del todo (¿por qué serán ateos tan notorios los hombres entregados a la medicina?). A veces me encontraba ante el tablero de observación, donde las luces permanecen siempre amortiguadas y el resplandor de las estrellas con gloria inalterada. Se me acercaba entonces y se quedaba contemplando el exterior por la gran escotilla oval, mientras los cielos giraban con lentitud en torno de nosotros a medida que la nave se balanceaba de punta a punta con la escora que no nos habíamos molestado en corregir.

-Bueno, padre -acababa diciendo al final-. Esto prosigue una eternidad tras otra; acaso lo hizo Alguien. Sin embargo, ¿cómo puede creer usted que ese Alguien ha de tener un interés especial en nosotros y en nuestro miserable mundillo? Esto es lo que no puedo entender. -Comenzaba entonces la disputa, mientras las estrellas y las nebulosas giraban en derredor de nosotros en silenciosos e infinitos arcos que se abrían del otro lado del plástico de la escotilla de observación.

En mi sentir, era la aparente incongruencia de mi posición lo que, de veras, divertía a la tripulación. En vano argumentaba yo con mis tres artículos en el Diario Astrofísico y mis cinco de Noticias Mensuales de la Real Sociedad Astronómica. Les recordaba que nuestra orden había conseguido no poca fama por sus trabajos científicos. Podíamos quedar pocos ya, pero desde el siglo XVIII habíamos hecho aportes a la astronomía y la geofísica que no podían ni siquiera evaluarse.

¿Dará al traste con mil años de historia mi informe sobre la Nebulosa del Fénix?
Me temo, empero, que dará al traste con muchas más cosas.

No sé quién bautizó a la nebulosa con ese nombre que tan malo me parece. Si contiene una profecía, ésta no podrá verificarse hasta dentro de mil años. Hasta la palabra «nebulosa» es equívoca, ya que el Fénix es mucho más pequeño que esas magníficas acumulaciones de gas (la materia de las estrellas nonatas) que se esparcen por toda la longitud de la Vía Láctea. En escala cósmica, por supuesto, la Nebulosa del Fénix es una cabeza de alfiler, una tenue cáscara de gas que rodea a una estrella única.

O lo que queda de esa estrella...

Mientras se alza por encima de las líneas del espectrofotómetro, la rubensiana pesadez de Loyola parece burlarse de mí. ¿Qué habrías hecho tú, Padre, con este conocimiento que me ha sobrevenido, tan alejado del pequeño mundo que era todo el universo que tú conociste? ¿Habría triunfado tu fe en la prueba, como la mía ha fallado ante ella?

Miras en la distancia, Padre, pero por mi parte he ido más allá de lo que pudieras haber imaginado cuando fundaste nuestra orden hace dos mil años. Ninguna otra nave investigadora ha ido tan lejos de la Tierra; nos encontramos en las mismísimas fronteras del universo explorado. Nos propusimos alcanzar la Nebulosa del Fénix, lo conseguimos, y regresamos con el conocimiento sobre nuestros hombros. Desearía liberar mis hombros de esa carga, pero en vano te invoco a través de los siglos y los años luz que se alzan entre nosotros.

Las palabras son transparentes en tu libro de reglas. AD MAIOREM DEI GLORIAM, dice el mensaje, pero se trata de un mensaje en que ya no puedo creer. ¿Habrías seguido creyendo tú de haber visto lo que hemos encontrado?

Por supuesto, sabíamos lo que era la Nebulosa del Fénix. Todos los años, sólo en nuestra galaxia explotaban más de cien estrellas, aumentando durante horas o días su fulgor en miles de veces antes de sumergirse en la muerte y la negrura. Son las novas ordinarias, las consabidas catástrofes del universo. He registrado los espectrogramas y curvas de luz de docenas de ellas desde que comencé a trabajar en el observatorio lunar.

Pero tres o cuatro veces cada mil años tiene lugar algo distinto junto a lo que hasta una nova palidece con total insignificancia.

Cuando una estrella se convierte en supernova puede, durante un breve instante, apagar el brillo de todos los soles de la galaxia. Los astrónomos chinos detectaron una en 1054 sin saber que fenómeno fue. Cinco siglos más tarde, en 1572, estalló una supernova en Casiopea con tanto brillo que fue visible a la luz del día. En los mil años transcurridos desde esa fecha han tenido lugar tres explosiones más.

Nuestra misión era visitar los restos de una catástrofe tal para reconstruir los sucesos que la habían precedido y, de ser posible, saber la causa. Nos adentramos con cautela en las capas concéntricas de gas que habían estallado tres mil años antes y que se encontraban todavía en expansión. El calor era inmenso y radiaba aún con feroz luz violeta, demasiado tenue empero para hacernos daño. Cuando la estrella explotó, sus estratos exteriores irrumpieron hacia arriba con velocidad tal que habían salido por completo de su campo de gravitación. Hoy forman un caparazón hueco tan grande que puede abarcar mil sistemas solares, rodeando lo que brilla y arde en su centro y que no es sino el objeto fantástico que es ahora la estrella: una masa blanca, más pequeña que la Tierra, pero con un peso un millón de veces mayor.

Las capas de gas brillante nos rodeaban y desvanecían la noche normal de los espacios interestelares. Volamos en el interior de una bomba cósmica que había detonado milenios atrás y cuyos fragmentos incandescentes eran todavía metralla.

La inmensa escala de la explosión y el hecho que su onda expansiva hubiera alcanzado ya un volumen de espacio de muchos billones de millas, despojaba a la escena de todo movimiento perceptible. Un ojo desnudo tardaría décadas antes de captar un movimiento en las torturadas espirales de gas; sin embargo, la sensación del estallido lo dominaba todo.

Habíamos comprobado nuestra dirección primaria horas antes y nos encaminábamos despacio hacia la pequeña estrella que teníamos al frente. Había sido un sol como el nuestro en otro tiempo, pero había despilfarrado en pocas horas la energía que habría mantenido su brillo durante un millón de años. A la sazón se encontraba como un tacaño desplumado que escatimara sus recursos en un intento de reparar su pródiga juventud.

Seriamente, nadie esperaba encontrar planetas. Si alguno hubo antes de la explosión se habría convertido en ráfagas de vapor y su sustancia se habría confundido con la estructura de la estrella misma. Pese a todo investigamos rutinariamente, como siempre que nos aproximábamos a un sol desconocido, y dimos con un mundo diminuto que daba vueltas en torno de la estrella a una distancia inmensa. Tenía que haberse tratado del Plutón de aquel desvanecido sistema solar, dando vueltas en las fronteras de la noche. Demasiado lejos del sol central para haber conocido la vida, su distancia misma lo había salvado del destino que sin duda habían seguido todos sus compañeros.

Los fuegos de la explosión habían afectado su capa rocosa y quemado la costra de gas helado que en sus días lo habría cubierto. Aterrizamos y encontramos la bóveda.

Sus constructores hicieron seguramente lo mismo que habríamos hecho nosotros. La señal monolítica que se erguía sobre la entrada era a la sazón una masa fundida, pero desde que tomamos las primeras fotografías desde lejos supimos que aquello había sido obra de la inteligencia. Poco después detectamos la capa de radiactividad que había quedado enterrada en la roca. Aún cuando el pilón que descollaba sobre la Bóveda hubiera sido destruido, esta capa habría permanecido, inmóvil, pero como faro eterno que llamaba a las estrellas. Nuestra nave descendió hacia aquel gigantesco ojo de buey como una flecha corre hacia la diana.

El pilón debió alcanzar una milla de altura cuando fue construido, pero a la sazón parecía un cabo de vela que hubiera sido derretido y convertido en amasijo de cera. Nos costó una semana pasar por la capa rocosa fundida, ya que no teníamos las herramientas apropiadas para el caso. Nuestro programa original fue dejado de lado; aquel monumento solitario, que hablaba de un trabajo realizado a una distancia tan grande del sol destruido, sólo podía tener un sentido. Una civilización que supo cercana su muerte había alzado su último adiós a la inmortalidad.

Habríamos tardado generaciones enteras en examinar todos los tesoros que encontramos en la Bóveda. Ellos tuvieron mucho tiempo para prepararla, ya que el sol debió dar sus primeros avisos muchos años antes de la explosión final. Todo lo que quisieron preservar, todos los frutos de su genio, lo llevaron hasta aquel mundo distante en los días que precedieron al fin, esperando que cualquier otra raza los encontrara y no hiciera caso omiso de ellos.

¡Si hubieran tenido un poco más de tiempo! Podían viajar con soltura de un planeta a otro, pero todavía no habían aprendido a salvar los golfos interestelares; y el sistema solar más cercano se encontraba a cien años luz de distancia.

Aun cuando no hubieran sido tan intranquilizadoramente humanos como mostraban sus esculturas, no hubiéramos podido menos que admirarlos y lamentar su destino. Dejaron miles de registros visuales y máquinas para proyectarlos, junto con elaboradas instrucciones gráficas de las que no resultaba difícil deducir su lenguaje escrito. Examinamos muchos de aquellos registros y revivimos con ellos por vez primera, en seis mil años, la calidez y hermosura de una civilización que tuvo que ser superior a la nuestra de muchas maneras. Acaso habían dejado memoria sólo de lo mejor. Pero sus mundos eran encantadores y sus ciudades habían sido construidas con una gracia que se relacionaba con la de cualquiera de las nuestras. Las contemplamos en pleno funcionamiento y escuchamos su habla musical a través de las centurias. Recuerdo todavía una viva escena: un grupo de niños en un banco de extraña arena azul jugaban con las olas como los niños juegan en la Tierra.

Y hundiéndose en el horizonte, todavía cálido, amable y vitalizador, se encontraba aquel sol que pronto habría de trocarse en traidor y de olvidarse de toda aquella felicidad inocente.

Posiblemente, de no haber estado tan lejos de la Tierra y de no habernos encontrado por ende tan propensos a la soledad, no nos habríamos conmovido tanto. Muchos habíamos visto ruinas de antiguas civilizaciones en otros mundos, pero nunca nos habían afectado tan profundamente.

La tragedia era única. Para una raza, sucumbir y decaer era una cosa, como las naciones y las culturas habían hecho en la Tierra. Pero ser destruida tan completamente en pleno florecimiento, sin dejar supervivientes... ¿cómo podía conciliarse ello con la misericordia de Dios?

Mis colegas me preguntaron esto y les di las respuestas que supe. Acaso tú lo habrías hecho mejor, Padre Loyola, pero nada he encontrado en los Ejercicios Espirituales que pueda servirme. No habían sido malvados; no sé a qué dioses adoraban, si acaso adoraban a alguno. Pero los he visto después de muchos siglos y he contemplado durante largos instantes el empeño que pusieron en su último esfuerzo por preservarse mientras ese empeño era iluminado por el sol que estaba amenazado.

Sé las respuestas que me darán mis colegas cuando regrese a la Tierra. Dirán que el universo no tiene propósito ni plan, puesto que cada año explotan cien soles, en este mismo instante hay una raza en algún lugar del espacio que se encuentra en trance de extinción. Tanto si ha obrado bien como si ha obrado mal en el curso de su existencia, ello no cuenta a la hora definitiva; no hay justicia divina porque no hay Dios.

No obstante, por supuesto, cuanto hemos visto no prueba nada. Quien argumentase así estaría sometido a las leyes de la emoción, no de la lógica. Dios no necesita justificar sus actos ante los hombres. Aquel que hizo el universo puede destruirlo cuando quiera. Es una arrogancia peligrosamente próxima a la
blasfemia el decir lo que puede y no puede hacer.

A pesar de los mundos y las civilizaciones incluidas en esta consideración, podría haber aceptado este razonamiento. Pero hay un punto en el que la fe más profunda se resquebraja y, a la sazón, una vez hechos mis cálculos, he alcanzado ese punto.

Antes de llegar a la nebulosa nos era imposible decir cuándo se había producido la explosión. No obstante, a la sazón, gracias a la evidencia astronómica y a los registros encontrados en el planeta superviviente, he podido fechar la catástrofe con precisión. Sé en qué año llegó a la Tierra la luz despedida por aquel estruendo colosal. Sé con qué brillantez lució en los cielos terrestres la supernova cuyo cadáver relampagueaba mortecinamente tras nuestra nave. Sé también lo que ocasionó un resplandor a poca altura, antes del alba, brillando como un faro en el oriente.

Razonablemente no puede haber dudas; el viejo misterio está resuelto por fin. Sin embargo... Señor, había tantas estrellas que pudiste haber usado...

¿Qué necesidad había de llevar a aquellas gentes a la destrucción y que el signo de su aniquilación resplandeciese sobre Belén?

lunes, 2 de noviembre de 2009

Ein Volk, ein Reich, ein Führer

Cada uno pude interpretarlo como quiera pero la influencia que aún hoy sigue ejerciendo José María Aznar sobre el Partido Popular y la derecha española es innegable. Por eso cuesta pensar que sea casualidad que, el día en que se acusa a Rajoy de inacción, el ex presidente del Gobierno se descuelgue con unas declaraciones en las que afirma que para ejercer un buen liderazgo no puede haber más de un líder.

Aznar ha añadido que esto es lo que respondía en su etapa como presidente del Gobierno cuando otros mandatarios le preguntaban como debían actuar como líderes. Además les respondía: "Un líder, no varios; un partido, no varios; un proyecto, no varios". "La conjunción de estas tres cosas a mí me dio resultado", ha dicho.

(La sexta noticias )

viernes, 23 de octubre de 2009

Pandemia Gripe A ¿que pandemia?

A esta fe sí que me apunto...

¡ Que la nombren papa... o mama, que no sé muy bien como va esto!



Esta monjita, desde su retiro en Montserrat, apunta a las farmacéuticas con mucha más precisión que la mayoría de los políticos que nos gobiernan. Si es que el sentido común habita en las montañas más escarpadas, por lo que se ve.



No se pierdan el resto de los vídeos en Youtube de Sor seiscientos.

lunes, 12 de octubre de 2009

IMATGES DE TARDOR.



El riu de la vida.

Colors.



Textures




Al·lucina "vesina"



Un follet del bosc.



Es tard i vol plure.

martes, 6 de octubre de 2009

DIA MUNDIAL DE LOS DOCENTES.




Hace muchos, muchos años... en un país donde solía gobernar la derecha ( más que nada porque la izquierda no estaba inventada todavía) :



Expedíente de 1734 sobre la escuela de Ohanes.


CARTA DEL MAESTRO DE OHANES AL ALCALDE DEL PUEBLO:

«Tengo el honor de poner en su conocimiento la inquietud que me produce ver la viga que media la clase que regento, pués está partida por medio, por lo cual el terrado ha cedido y ha formado una especie de embudo que recoge las aguas de las lluvias y las deja caer a chorro tieso sobre mi mesa de trabajo, mojándome los papeles y haciéndome coger unos dolores reumáticos que no me dejan mantenerme derecho. En fin, señor Alcalde, espero de su amabilidad ponga coto a esto si no quiere que ocurra alguna desgracia con los niños y con su maestro, éste su muy seguro servidor. Dios guarde a V. muchos años. Ohanes (firmado y rubricado). Señor Alcalde de Ohanes de las Alpuxarras».


RESPUESTA DEL ILTMO. SR. ALCALDE:

Recibo con gran extrañeza el oficio que ha tenido a bien dirigirme y me apresuro a contestarle. Es cosa rara que los Agentes de mi autoridad, no me hayan dado cuenta de nada referente a la viga, y es más, pongo en duda que se encuentre en esas condiciones, puesto que según me informa el tío Sarmiento no hará sesenta años que se puso, y no creo una vez dadas esas explicaciones, que notenio por que, paso a decirte que eso no son más que excusas y pretextos para no dar golpe. En cuanto a los papeles que se le mojan y el reuma que se le avecina, puede muy bien guardárselo a aquellos en el cajón o en casa, y éste yendo a la escuela con una manta. No obstante lo que antecede, enviaré uno de estós días, alguno de mis subordinados que mire lo que hay de eso. Y ojo, que su engaño le estaría estar otros seis años sin cobrar los quinientos reales de su sueldo. Dios guarde a V. muchos años. Ohanes 28 de noviembre de 1734. El alcalde Bartolomé Zancajo (firmado y rubricado). Señor maestro de primeras letras de la Villa de Ohanes de las Alpuxarras».


CONTRARÉPLICA DEL MAESTRO:

«Tengo el honor de acusar recibo a su atento oficio de ayer donde tiene a bien poner en duda el estado de la viga. Desde mi oficio anterior, Sr; Alcalde, hace unos ochos meses pasaron las lluvias del invierno, y yo siempre mirando la viga, con la inquietud consiguiente: ¿caerá; no caerá? Y así un día y otro, como si en vez de una viga fuese una margarita. Si usted no cree lo que le estoy diciendo puede mandar dos personas peritas, o venir usted mismo dando un paseito si no le cuesta rnucha molestia que yo no le engaño. Más que darle una idea del estado de mi clase me permito acompañarle un dibujo, tomado del natural, que le dará una estampa real de ella. Y de lo del sueldo, no creo yo que se atreva usted a tocar los quinientos reales, porque ya sabe usted lo que dice el refrán: «Al cajón, ni....». En fin, Sr. Alcalde, Dios le guarde muchos años los efectos de la viga. Ohanes de las Alpuxarras a 29 de novienibre de 1734. Partido de Uxixar. Reino de Granada»


EL ALCALDE SIEMPRE TIENE LA ÚLTIMA PALABRA:

«Acuso recibo a su oficio de 29 de noviembre del pasado año y me parece excesiva tanta machaconería en el asunto de la viga. Sepa el Sr. maestro, que si no le conviene la escuela puede pillar el camino e irse a otro sitio, que aquí para lo que enseña, falta no hace. ¿Qué le importan a estas gentes dónde está Marte, ni las vueltas que da la luna, ni que cuatro por seis son veinisiete, ni que Miguel de Cervantes descubrió las Américas? Para coger un mancage basta y sobra con tener fuerzas para ello. No obstante, como soy amante de la curtura y no quiero que digan que he hablao al maestro y no le trato como se debe, nombraré una comísión que informe sobre el asunto de la viga, y si resulta que usted me ha engañado, ha caído. Dios guarde a V. muchos años. Ohanes de las Alpuxarras a 15 de octubre de 1735. El Alcalde Bartolomé Zancajo (firmado y rubricado). Señor Maestro de Prlineras Letras Localiclad».

Informe de los peritos

«Antonio Fuentes Barranco, Juan González García, Maestros albañiles graduados de la Villa de Ohanes de las Alpuxarras, informan que personados en el sitio denominado u llamado, dicho sea con perdón, la Escuela de este lugar, a las 12 de la mañana del día 15 de mayo de 1736 acompañados por el Señor Escribano de este Ayuntamiento, y mandados por el Señor Alcalde, opinamos, pensamos y creeemos que la viga que ocupa el centro de la clase, aula o sala, que por estos tres nombres se le denomina o circunscribe, que la dicha viga no se ha movido, sólo se ha bajao cosa de de diez o doce deos, amenasando sólo caer; pero nunca juntarse con el suelo aplastando a los que aloja dentro. Pero como quiera que la madera es un cuerpo astilloso, tiene que crujir antes de pegar el golpazo dando tiempo a que se salven por lo menos siete u ocho. Por todo lo cual, y puesta la mano en el corazón y en conciencia, decimos que el peligro que ofrece la aludida viga es un peligro leve, o sea de poca trascendencia. Todo lo cual firmamos y no sellamos por no tener sello. En Ohanes a la fecha arriba indicada, Antonio Fuentes (firmado y rubilcado), Juan González (firmado y rubilcado) »

«Don Celedonio González García de García González. Escribano de la villa de Ohanes de las Alpuxarras, partido de Uxixar, reyno de Granada. Digo, declaro y doy fe de cuanto en esta información del maestro de primeras letras de esta localidad, sobre una viga que dice el primero al Sr. Alcalde, o sea el segundo, está partida en el techo de su clase. Mi informe imparcial, desapasionado y verídico, como corresponde a mi profesión es el siguiente: sí la viga cae, y amenaza peligro, puede ocurrir: A) que mate al Maestro en cuyo caso esta digna Corporat:ión se ahorraría los quinientos reales que le paga. B) que matase a los niños y al Maestro cuyo caso sobraba ocurriendo al Maestro. C) que matase a los niños y al Maestro ocurriendo en este caso, como suele decirse, quie se mataban dos pájaros de un tiro, y D) que no matase a nadie; en cuyo supuesto no hay por qué alargarse. Examinados en derecho las causas y efectos que antecéden, emito este informe honrado y leal, cumpliendo con ello un deber de conciencia. En Ohanes de las Alpuxarras a 15 de mayo de 1736. Celedonio González García (firmado y rubricado)».


Este es el famoso expediente, pero buscando en el Archivo municipal de Ohanes hemos encontrado otro interesante legajo del cual transcribimos textualmente el siguiente documento, con el cual se aclara todo este asunto de la dichosa viga:


«Yo, don Joseph Sancho Mengíbar, cronista oficial de la Villa de Ohanes de las Alpuxarras, declaro por mi honor ser ciertos los hechos que a continuación describo, para que de ellos quede constancia en el Histórico Archivo de esta Villa, lamentando que la índole de los mismos ponga un hito trágico en los bucólicos anales de este pueblo. El día 14 de Octubre del Año de Nuestro Señor Jesucristo, mil setecientos cuarenta, siendo Alcalde de esta Villa D. Bartolomé Zancajo y Zancajo, y siendo las doce de la mañana, se hundió el techo del salón de la escuela de esta localidad, pereciendo en el siniestro el señor maestro de primeras letras Don Menón Garrido Martín y los catorce niños que en aquellos momentos daban clase. Despues de laboriosos trabajos fueron extraídos de entre los escombros los cadáveres de las víctimas y trasladados al depósito del cementerio municipal, acompañados del pueblo en masas, que era partícipe por entero del dolor que significaba tal catástrofe, ya que todos, más o menos directamente, les alcanzaba dado el número tan elevado de inmolados en aras de la cultura. Abierto el oporttino expediente, se ha podido comprobar que por par-te de la autoridad competente tomaban periódicamente todas las medidas encaminadas a velar por el buen funcionamiento del recinto; y como pruebas concluyentes se presentó Expediente incoado al efecto, en que dos peritos albañiles y el Ilustre Escribano de esta villa, informaban sobre el buen estado del local en fecha muy próxima al suceso, ya que los informes datan del 15 de mayo de 1736. Y para que quede constancia, lo redacta y lo firma en Ohanes de las Alpuxarrras a 15 de diciembre de 1740. Joseph Sancho (firmado y rubricado)».

Nota aclaratoria:

Estos documentos se encuentran en los Libros de Apeos del Ayuntamiento de Ohanes (Archivo municipal). La primera y única publicación fue en la revista Aleteos por Don José Carretero ya fallecido) y por Don José Miralles, maestro retirado. La revista fue publicada en 1939 y no conservamos, por desgracia, ningún ejemplar. El texto está sacado de un libro escrito por ambos maestros, dedicado a Don Juan Torres, antiguo Alcalde de Ohanes. Hay un sólo ejemplar de este libro y se encuentra en manos de este señor

jueves, 1 de octubre de 2009

PASEN Y VEAN

María, es una amiga periodista y asturiana que vive en Holanda ( por este orden). Sé que es periodista por que le he leído artículos en algún periódico, creo que vive en Holanda si ella me lo dice, y la considero mi amiga sin haberla visto en la vida solo por el hecho de visitarme con regularidad y mirar con buenos ojos las tonterías que escribo. Créanme, solo mirando la expresión de su cara en una pequeña fotografía, uno acaba convencido de que es una buena persona.

Hoy, sin ella proponérselo ( o sí), me ha pedido a gritos que les diga que se pasen por su blog. Como tantos y tantas otras, ella también tiene un blog.

¡ Coño! pasen y vean, sobre todo vean su último vídeo, que a veces se nos olvidan las cosas.


http://maria-elsitiodemirecreo.blogspot.com/2009/09/el-mundo-en-que-vivimos.html

viernes, 25 de septiembre de 2009

"La cançó del lladre"


Canción dedicada al Sr. Millet y a toda su familia, de la que tanto nos acordamos cada día al ver el telediario.

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Federico había sido siempre un hombre de orden, amante de la vida familiar y temeroso de Dios. Nunca se alejaba de los convencionalismos; prudente hasta extremos enfermizos, no olvidaba las palabras que su difunto padre pronunció en su lecho de muerte:

.- Federico, desconfía de los extraños, cuida de tu familia, de tu hacienda y mantén siempre la puerta de la casa cerrada a cal y canto.

Casó en edad temprana con aquella joven de buena posición que tanto agradaba a su madre; hija del señor notario del pueblo, que con el transcurso de los años llegaría a ser la esposa y madre ejemplar que encajaba en sus rígidos esquemas como zapato de cristal en el pie de cenicienta. Tuvieron un único hijo, no por voluntad propia, sino por los inescrutables designios de la Providencia. Le educaron como buen cristiano y probo ciudadano, aunque con escasa fortuna a tenor de las habladurías de sus convecinos. Federico Javier, que así bautizaron al joven vástago siguiendo la tradición familiar y en honor al santo patrón de la villa que le vio nacer, empezó a torcer el recto camino que su padre había trazado para él; a las chiquilladas y gamberradas propias de la difícil edad en la que todo infante transita de forma iniciática hacia la madurez, siguieron unos incipientes devaneos con el alcohol y las drogas, aunque nunca pasaron a mayores, y siempre disculpados cuando no justificados por su querida esposa, cegada en su amor maternal, que los achacaba a las malas amistades de su hijo.

Como cada noche, Federico procedió a cerrar las puertas de la casa, asegurar ventanas, dar una pequeña ronda por el jardín a fin de cerciorarse que no hubiera presencia de extraños en las inmediaciones de la finca y conectar la alarma. Subió las escaleras hacia el dormitorio con sigilo para no despertar a su familia, se sentó en la cama y al mirar a su esposa observó con estupor el hilo de sangre que manaba de sus labios. Casi sin tiempo a reaccionar, recibió un fuerte golpe en la cabeza, y con un hilo de consciencia pudo observar mientras la vida se le escapaba fugazmente, como su primogénito rebuscaba entre los cajones algo de dinero y joyas para seguir envenenando su sangre, la sangre de sus ancestros, y recordó con tristeza por última vez aquellas sabias palabras de su padre, que había convertido en ley:

.- Federico, desconfía de los extraños, cuida de tu familia, de tu hacienda y mantén siempre la puerta de la casa cerrada a cal y canto.


jueves, 17 de septiembre de 2009

Cartas desde La Modelo y banderas de su puta madre.






A l´ atenció del Honorable Senyor Fèlix Millet.

President de la Fundació Orfeó Català-Palau de la Música



Benvolgut Senyor:

No puc per mes que mostrar-li la meva gran sorpresa, al llegir la carta que aquest matí publica el diari degà de la premsa catalana. No li amagaré que en un primer moment les informacions que apuntaven a la seva culpabilitat en un assumpte tan fosc i barruer, com es la malversació de caudals públics i la apropiació indeguda de diners aliens, ens varen causar a la meva família i a mi mateix un terrible desencís en vers a una figura tan respectable com es la seva, no sols derivada del càrrec que ocupa, sinó també per el que representa el seu cognom dins de las famílies patrícies del nostre estimat país. Però un anàlisi meditat dels fets, em van portar a entendre el seu comportament, el tarannà que vostè i el Senyor Montull es van veure obligats a mantenir per atorgar el prestigi i la representació que els seus càrrecs es mereixien.

¿ Es que vostè, un prohom que durant els últims trenta anys ha estat un dels principals defensors de la cultura catalana, no te dret a que el país li retorni part de aquest generós esforç en forma de comissions en diner negre?

¿ Es un crim que un bon pare i diligent espòs com vostè, regali a la seva família uns modestos viatges a les Illes Maldives i altres indrets exotics pagats amb fons de la fundació que presideix, i a on de ben segur vostè haurà traslladat una part important del llegat cultural del que es dipositari,i si més no,representar al nostre país amb brillantor?

¿ Potser quelcom voldria que una dignitat com la seva,es veies vivint en un habitatge sense les més elementals comoditats, o que s´ hagués de veure en la necessitat de assumir les molestes despeses de les reformes de la llar?

No i mil vegades no. Catalunya li deu a vostè molt més que tres o quatre mil-lions d´ €uros Senyor Bitllet, perdó Millet. Mai se li podrà agrair el esforç, la dedicació i la feina feta per el nostre país. No hi ha prous diners al mon per pagar-li el honor que ens ha fet tots aquets anys amb la seva desinteressada tasca, i per que no dir ho, sacrifici patriòtic. Es per això que no entenc els motius que el mouen a escriure la carta d´ avui a “La Vanguardia” on insinua una petició de disculpes que no pertoquen .

Marxi amb la consciencia ben tranquil-la , que de desagraïts el món n'és ple.






Traducción al idioma de Cervantes.

Apreciado Señor:

No puedo más que mostrarle mi enorme sorpresa al leer esta mañana La carta que Ud. publica en el periódico decano de la prensa catalana.

No le miento si en un primer momento las informaciones que apuntaban a su culpabilidad en un asunto tan barriobajero y oscuro, como es la malversación de fondos públicos i la apropiación indebida de dinero ajeno, nos causaron a mi familia y a mi mismo un terrible desasosiego en relación a una figura tan respetable como la suya, no solo derivada del cargo que ocupa, sino también por lo que representa su apellido dentro de las familias patricias de nuestra querida patria. Pero un análisis meditado de los hechos, me permitieron entender su comportamiento, el talante que usted y el Señor Montull se vieron obligados a mantener para otorgar el prestigio y la representación que sus cargos merecían.

¿Es que Usted, un probo ciudadano que durante los últimos treinta años ha sido uno de los principales defensores de la cultura catalana, no tiene derecho a que el país le devuelva parte de este generoso esfuerzo en forma de comisiones en dinero negro?

¿Es un crimen que un buen padre y diligente esposo como Ud. Regale a su familia unos modestos viajes a las Islas Maldivas y otros destinos exóticos pagados con fondos de la fundación que Ud. preside y donde a buen seguro habrá trasladado una parte importante del legado cultural del que es depositario, a la par que representar a nuestro país con brillantez?

¿Quizás alguien querría que una dignidad como la suya fuese obligada a vivir en una vivienda sin las mínimas comodidades, o se viese en la necesidad de asumir los molestos costes de las reformas de su hogar?

No y mil veces no. Catalunya le debe a Ud. mucho más que tres o cuatro millones de Euros, señor Billete (perdón Millet). Nunca se le podrá agradecer el esfuerzo, la dedicación y el trabajo realizado por nuestro país. No existe suficiente dinero en el mundo para pagarle el honor que nos ha otorgado todos estos años, con su labor desinteresada y porque no decirlo sacrificio patriótico. Es por ello que no entiendo los motivos que le mueven a escribir la carta de hoy publicada en “La Vanguardia” donde insinúa una petición de disculpas a las que no ha lugar.

Márchese con la conciencia bien tranquila, que el mundo está lleno de desagradecidos.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

ALICE IN WONDERLAND

Se habían conocido por una de aquellas casualidades que el azar interpone en el trayecto de las personas; dos vidas anónimas que se cruzaron en un punto indeterminado del camino. Poco a poco, casi sin darse cuenta, se enamoraron como dos adolescentes y empezaron a tejer complicidades clandestinas. Buscaron espacios de intimidad donde las palabras eran algo más que palabras, y las caricias traspasaban la frontera física de los sentidos para adentrarse en el mundo imaginario de Alicia.

Como cada mañana ella le esperaba sentada en el mismo lugar, con el corazón acelerado por una extraña mezcla de inquietud y deseo, cuando un llanto de niño le transportó de nuevo a la realidad cotidiana; minimizó la pantalla del chat, se levantó a cerrar la puerta de la habitación donde su marido dormía tras otra de sus habituales borracheras, y con un gesto de fastidio preparó el biberón de leche para su hijo.

viernes, 4 de septiembre de 2009

EL JOC DELS DISBARATS



El proper dia 13 de Setembre en la bonica i/o pintoresca localitat d´ Arenys de Munt es procedirà a realitzar una consulta a la ciutadania sobre el dret d´ autodeterminació de Catalunya. La proposta sorgida des de l’associació local Moviment Arenyenc per l’Autodeterminació (MAPA) s’ha convertit en el centre d’atenció d’aquest estiu, es per dir-ho d´ alguna manera la noticia “culebrón” de les vacances a casa nostra.

El fet de que una entitat civil organitzi una consulta per preguntar a la gent sobre aquesta qüestió, no hauria de causar cap terrabastall en una societat democràtica i madura com la catalana, però el suport donant per l´ Ajuntament d´ Arenys de Munt a la consulta, a fet reaccionar a les autoritats del estat interposant un recurs als tribunals per part del advocat del estat. De fet el motiu del recurs es per una suposada vulneració de competencies exclusives del estat ( convocar referendums) per part del Ajuntament, i vist des de aquest punt de vista tenen la seva raó. Per altra lloc, si qui convoca es una entitat privada, també es curiosa la poca feina que deu tenir l´ advocat del estat, per posar s´ hi a treballar; no els enganyo si els hi dic que em venen ganes de preparar les oposicions per advocat del estat.

En fi, que tot plegat sembla una polèmica de costellada; una entitat convoca una consulta que no pot transcendir mes enllà del àmbit de la seva localitat i del petit tant per cent de persones que hi vagin a votar, l ´ Ajuntament d´ Arenys de Munt els hi fa el caldo gros cedint unes dependencies municipals, i per acabar-ho d´ adobar el govern central envia l´ advocat del estat a esvalotar un xic més el galliner. Potser en la situació en la que estem no ens podem permetre fer botifarrades populars com aquestes en temes tan seriosos com es el dret a decidir ( o no). Ja fa massa temps que els nostres politics ens van obsequiant amb polèmiques de costellada, amb botifarrades que no porten a cap destí, i que no fan altre cosa que desmotivar als ciutadans que veuen com els seus problemes s´ agreugen mentre els representants públics juguen a la gallineta cega.

Després el diari El Mundo, l´ABC, i altres mitjans de Madrid es fregaran les mans i posaran la noticia en portada i el que es pitjor, els resultats de la consulta, siguin favorables o no a la autodeterminació. Els tertulians de les emissores de radio es “rasgarán las vestiduras” i abocaran carretades de merda sobre “los catalanes”, i quan surti la sentencia del Estatut algú es lamentarà de que els ciutadans, farts de tant paripé, no siguin sensibles a la possible retallada per part del Constitucional; rebrem consignes per manifestar-nos i per sortir al carrer, però a mi que no m´ esperin, que tindré prou feina estudiant el temari de les oposicions per advocat del estat.

lunes, 27 de julio de 2009

ANTES DE "EL PORVENIR"

Había recorrido aquella vieja carretera cientos de veces, pero era la primera vez que descubría detalles nunca percibidos con anterioridad. Desde que adquirieron la casa de la playa unos años atrás, allí había pasado los momentos más felices de su vida junto a Margarita y los niños; era una antigua casa modernista construida a principios del siglo anterior por el arquitecto Puig i Cadafalch en lo alto de una pequeña loma del Cap de Creus, encastada en las rocas que emergían del mar enbravecido por la tramontana.

Xavier y Marga eran uno de los patrones más representativos de las parejas de éxito del momento. Ella, abogada y socia de uno de los más importantes bufetes de Barcelona, una profesional reconocida en el ámbito del derecho urbanístico, una especialidad en auge en el último decenio, provenía de una de las familias de la alta burguesía catalana; hija de un prestigioso oftalmólogo, nunca quiso seguir la senda de la saga familiar. Xavier, en cambio era un hombre hecho a sí mismo. Premio extraordinario de carrera en la facultad de económicas de la Universidad de Barcelona, y director financiero de un holding de empresas multinacionales, sus orígenes no tenían un pedigree reseñable. Sus padres, emigrantes andaluces en la década de los sesenta, tuvieron unos inicios muy duros en la tierra que les acogió; la madre, Doña Rosario, se pasó media vida limpiando las casas de aquella clase adinerada que hoy conformaban el cerrado círculo de sus amistades. El padre fue hasta que murió, un humilde bedel del hospital propiedad de su suegro; en una de las visitas que regularmente le hacía al salir de la universidad, conoció a Marga, y sus caminos se cruzaron en un indeterminado punto de la vida por una casualidad, como si el destino le hubiera querido regalar aquella mañana su tesoro más preciado.

La carretera serpenteaba entre pinares y recónditas calas de la costa brava. Xavier intentaba evadir sus pensamientos de los sucesos acontecidos en las últimas horas, pero su mente volaba una y otra vez hacía el inmediato pasado como una de aquellas gaviotas que se cruzaba ante su coche en cada recodo del camino.

Cuando a primeras horas de la mañana, recibió en su despacho la llamada del Director General de la compañía citándole de forma inmediata a una reunión, su intuición profesional le decía que aquel requerimiento no auguraba nada bueno para su futuro. Hacía meses que los resultados de la empresa estaban en caída libre, y las pérdidas se acumulaban trimestre a trimestre sin que el equipo gestor que él dirigía pudiera revertir la situación. La crisis económica y financiera mundial era tan profunda que ni a corto ni a medio plazo se vislumbraban soluciones efectivas para paliar el descenso de las ventas.

.- Siéntese Sr. González.

Se encontró sentado en una sala, junto al Director General, el Director de Recursos Humanos, y varios miembros del Consejo de Administración. Fue una breve reunión sin otro orden del día que su defenestración; habían decidido despedirle agradeciéndole los servicios prestados. Sus contraseñas de acceso al sistema informático ya no eran operativas y en el breve transcurso de aquel encuentro, dos empleados empaquetaron los enseres de su despacho en unas cajas de mudanza. Los detalles de la liquidación ya los discutirían los abogados, le dijeron, ni tan siquiera le brindaron una explicación razonada de los motivos por los que decidieron prescindir de sus servicios. La humillación fue tan profunda que no tuvo aliento ni para despedirse de sus colaboradores.

En tanto los demonios personales se afanaban por torturar su alma como invisibles inquisidores, intentaba abstraerse escuchando el susurro del viento a través de la ventanilla de su automóvil. El mar adquiría por la tarde una extensa policromía de verdes y azules que intensificaban su belleza iluminado por los últimos rayos del sol, y un sinfín de pequeñas embarcaciones salpicaban el puerto de Cadaqués de blancas pinceladas, conformando una imagen recurrente en los catálogos turísticos de la zona.

Al salir de las instalaciones de la empresa aquella mañana, Xavier González se había dirigido hacia su domicilio; un ático desde el que se divisaba una de las mejores vistas de Barcelona. Fue el regalo de boda de su acaudalado suegro; más de doscientos metros cuadrados de vivienda domótica rodeados por una enorme terraza con piscina y un jardín japonés. Le extrañó ver a esas horas de la mañana en el párking, el descapotable de Marga; a pesar de tener el despacho a unas pocas calles de distancia, ella nunca se había caracterizado por desplazarse en transporte público. Al llegar a la planta dieciséis, la puerta del ascensor se abrió en el recibidor de su casa, y las notas de la canción “Fly me to the Moon” de Diana Krall invadían toda la estancia, señal inequívoca de que estaba en casa; siempre había sido una mujer sofisticada, y sus gustos musicales combinaban a la perfección con esa cualidad. Recorrió todas las estancias del lujoso apartamento sin hallar rastro de ella, por último se acercó a la puerta de la terraza y al verla, mil puñales se clavaron en su corazón. Marga retozaba en el agua con un desconocido. Su cuerpo desnudo brillaba al reflejo del sol y del agua, y sus manos se aferraban al torso de aquel hombre como dos garfios afilados, mientras sucumbía a los empujones pélvicos de su amante. Sus bocas se fundían en interminables besos, follando como animales en celo ajenos a la inesperada visita.

Arrebatado por la ira, cogió el revólver que guardaba en la caja fuerte y su mente se nubló de forma irreversible…

Habían transcurrido más de cuatro horas desde el episodio del apartamento. Xavier seguía conduciendo en dirección a Port de la Selva cuando divisó a unos metros las luces de un control policial; miró el revólver que aún reposaba en el asiento del acompañante, y con un golpe seco de volante encaminó su cuatro por cuatro hacía un sendero lateral. Los más de trescientos caballos del Porsche Cayenne rugían por entre los campos yermos del Cap de Creus, enfilando hacia lo alto de un pequeño acantilado de rocas. Cogió el revolver, salió del coche y lentamente fue caminando hasta llegar al final de la cuesta mientras su vida se iba derrumbando como un castillo de naipes; el móvil no dejaba de sonar, y se dispuso a escuchar el último mensaje de su mujer:

.-Xavier, tenemos que hablar, perdóname… no es lo que piensas, llámame por favor.



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“Maragarita, está linda la mar, y el viento lleva esencia sutil de azahar”.



Esos versos de Rubén Darío pasaban fugaces por su mente mientras encendía el último cigarrillo del paquete, y le traían a la memoria su sonrisa cada vez más desdibujada por el tiempo. Una gaviota planeaba ante sus ojos interpretando una delicada danza al compás de las corrientes de aire, y al fondo las olas rompían en una orgía de espuma blanca contra las rocas.


Entre tanto, apurando las últimas caladas, empezó a reflexionar sobre su futuro sentado al borde del acantilado.





domingo, 26 de julio de 2009

CAPERUCITA LOCA Y EL BOBO FEROZ.




Andaba el Bobo Feroz a vueltas con sus pensamientos mientras recogía unas flores en el bosque para hacer un ramito, cuando vio pasar a Caperucita:


.- ¡ Ole, ole y ole! Se detendrán las aguas de las correntías y los torrentes para ver pasar a esta niña guapa ¡qué movimientos tan gráciles, cómo menea las caderas!


¡ GUAPA, BONITA!


La pobre muchacha, sonreía abrumada por los piropos y halagos que le dedicaba el Bobo…


.- ¿A donde vas Caperucita con esos andares que me van a volver loco?


.-" Boy" a río a “labarme” el moño.


.- ¡ AY QUE GRACIOSA ES MI NIÑA! Si no tuviera trabajo te seguiría como un bobo hambriento allá donde fueras ¡ PRECIOSA!



Y siguió con su tarea, que si recojo un alelí, que si ahora una margarita, cuando vio pasar otra vez a Caperucita, y vayan Uds. a saber si por casualidad o buscado, hizo el Bobo un pareado.


.- ¿Otra vez por aquí, monada?


.- Es la primera vez que paso hoy por el camino del río. Me habrás tomado por mi abuelita, bobo, que viste como yo pero sin capucha y lleva un moño plateado en lugar de mis preciosas trenzas doradas, aunque…¿ como has podido confundirte con lo que cojea? ¡Tiene la cadera hecha mierda por la artrosis!


¡Tierra trágame! pensó el pobre Bobo Feroz, olvidarme las gafas de “serca” me va a acarrear un día un disgusto.


.- ¡ Ay Bobo…que cada día estás peor! Bueno cielo, te dejo que salgo ahora mismo de vacaciones al país de las maravillas; Alicia y el Gato de Chesire se han bajado un cargamento de pirulas de Amsterdam y me han invitado unos días a su apartamento . ¡Agur!


.- ¡Agur cariño!


El pobre Bobo se sentó en una piedra, y a vueltas con sus pensamientos como al inicio del cuento, murmuraba:


.- ¿Tendrá novio la abuelita? ¿Estará todavía sola en río? ¿Podré tener yo alguna oportunidad con ella? ¿ le gustarán las margaritas?

martes, 21 de julio de 2009

EL IMBECIL.

Federico era un imbécil de manual.

Al nacer se propuso no llorar porque había escuchado desde el útero materno en alguna serie de televisión, que los hombres no lloran delante de las mujeres. La enfermera a instancias del médico le iba dando palmadas en el culo para que emitiera sus primeros sonidos:

.- Dele más fuerte enfermera.

.- Doctor, este niño no llora, no le puedo azotar más.

.- ¡Péguele mujer!

Ni las comadronas más veteranas habían visto jamás una paliza semejante en el hospital materno. Su pobre madre lloraba desconsoladamente espatarrada en la mesa de partos:

.- Hijo mío llora… ¡llora idiota, llora!

Y Federico empezó a llorar ¡y tanto que lloró! No paró de llorar durante los tres primeros años, convirtiendo la vida de sus padres en un auténtico infierno.

En el colegio sus dotes de gaznápiro eran bien conocidas, pero si algún episodio se recuerda, es aquel en el que Federico un día ventoso apostó ante el jolgorio general de sus compañeros, que su meada podría con la fuerza del viento de levante. En Cádiz, aún hoy se cantan chirigotas por carnaval sobre la desafortunada apuesta:

Apostaba el tonto de Federico
que con el viento podría el pito… ( tururututú)
Y girándose hacia el Levante
sacó la chorra y lanzó el chorrito… ( tururututú)


Tuvo varias novias, aunque ninguna le duró más de unas semanas. Solo aquella chica que conoció en un concierto de Víctor Manuel fue capaz de aguantarle, y tras un breve noviazgo se casaron.

“Solo pienso en ti. Juntos de la mano, se les ve por el jardín.”

Resu, que así se llamaba su sufrida esposa, un día llamó a una amiga para contarle sus desventuras:

.- Ana, no puedo más, me voy a divorciar de Federico. ¡Mira que fui idiota cuando me casé con él!

Su amiga la consolaba como buenamente podía:

.- Los dos, los dos sois idiotas, no te olvides de él.


El pobre Federico se volvió a quedar solo en la vida, y entró en una profunda depresión que le llevó a perder el trabajo. Cuando el Director de Recursos Humanos de la empresa le pidió al Director General que le indicara la causa del despido, su respuesta no admitía dudas:

.- Pon en la carta de despido, “por gilipollas”.

A pesar del éxodo de neuronas en el cerebro de Federico, este no era todavía tan tonto como para quedarse de brazos cruzados, así que recurrió a los Tribunales. El Juez de lo Social a la vista de las alegaciones de las partes, y muy en especial de la declaración del pobre Federico, confirmó el despido declarándolo plenamente procedente e imponiéndole las costas por haber interpuesto una demanda de forma temeraria.

La depresión le condujo a la locura, y fue internado en un Centro Psiquiátrico. Los últimos años de su vida los dedicó a la noble dedicación de entretener a los internos crónicos en estado vegetativo; cada tarde dirigía sus pasos a la sala “Despertares” para leerles una recopilación de las mejores poesías que había ido escribiendo a lo largo de su vida. Tras mucho tiempo el trabajo de Federico dio sus frutos; un pobre muchacho que botaba compulsivamente una pelota de baloncesto en un rincón de la sala desde hacía quince años se la tiró a la cabeza, y un enfermo paralizado movió lentamente sus manos hacia la garganta de su infortunado benefactor, apretando fuertemente hasta acabar con él.


Federico murió como mueren los cretinos, víctima de su propio éxito.


sábado, 18 de julio de 2009

EL CAFÉ DE LAS VIDAS IMAGINARIAS.

NOTA ACLARATORIA:

Este es un pequeño cuento que he escrito para ilustrar a los personajes que periódicamente publicamos en una web de escritores aficionados y rendir homenaje a uno de los mejores.

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El “Bar Elatos” era un establecimiento peculiar. Se hace difícil describir el local; una pequeña cafetería ubicada en el centro de la ciudad de las letras extraviadas, unas cuantas mesas de mármol blanco, réplicas perfectas de aquellas que hace no tanto tiempo Cela ubicó en el café La Delicia, una pequeña barra regentada por Gonzalo, el propietario del bar, un viejo gruñón cuya principal virtud era la de escatimar ginebra en los cubalibres para contribuir a la salud del sistema biliar de sus parroquianos, y por qué no decirlo a incrementar su cuenta de resultados. Un garito sin televisión, sin máquinas tragaperras, donde no se organizan partidas de cartas, ni de dominó. En las paredes unas estanterías llenas de libros viejos empolvados por el tiempo y el desuso le daban al establecimiento un cierto toque intelectual.

Allí estaban reunidos desde hacía años una serie de personajes en la que ellos consideraban la tertulia literaria de referencia; el capitán, un pirata viejo y malhumorado, especializado a escribir pequeños relatos en los que reflejaba las fantasías inconfesables de la vida imaginaria que nunca pudo vivir. No se caracterizaba por su sociabilidad, al contrario, no le iría mal trabajar un poco el campo de la empatía, pensaban algunos de sus compañeros. La Mary, desde que Ender les abandonó, quizás la voz con más autoridad de la tertulia. Una madre para todos, no por su edad, válgame Dios, sino por su afán de ejercer como anfitriona y su capacidad para que todos se sintieran a gusto en la mesa; siempre tenía un comentario amable, una sonrisa en el momento preciso y unos versos que hacían las delicias de la concurrencia. Lucía, un pequeño ratón nocturno de ojos enormes, especialista en escribir relatos “del mes” aún en contra de su voluntad. Stavros “el griego”, un simpático personaje a los ojos de la mayoría, siempre dispuesto a regalar los oídos de algunos de sus contertulios, un comercial como la copa de un pino a los ojos de otros, normalmente los que no se sentían halagados por él –la envidia es muy mala-. Nunca aparecía sin una rosa para Mary, una poesía para Lucía, un pequeño frasco de perfume para Io, en definitiva, un detallista; el capitán tenía su opinión particular sobre él, pensaba que un hombre de su talento no debería perder el tiempo en promocionar sus escritos, que por otro lado se promocionaban solos, pero la opinión del viejo cascarrabias nunca sentó cátedra en ese exclusivo club, y más de un día se las tuvieron tiesas. Manuel Trigo, el espejo en el que todos buscaban reflejarse. Un auténtico triunfador por méritos propios, cuya novela la Esfera Negra, había dado la vuelta al mundo vendiendo millones de ejemplares convertida en un best seller de referencia. También participaban de la tertulia, Io, Gonzalo Gala, Valentín Martínez, Lázaro, Juan Miguel Rossi, Miranda, Max Tropiero, Pecador, Mercedes, permítanme que me detenga en Mercedes, uno de cuyos textos fue el más delicioso relato de viajes leído en la tertulia del “Bar Elatos”, además de otros personajes que me dejo en el tintero para no convertir esta pequeña historia en una reseña de escritores.


.- ¿No se dan cuenta señores, que llevamos años leyendo nuestros propios relatos, halagándonos mutuamente con comentarios ostentosos, sin un mínimo atisbo de crítica?


El capitán aquella tarde tenía, si cabe, aún peor humor que de costumbre, y seguía recriminando a sus estupefactos interlocutores:

.- Nadie en este puñetero antro es capaz de hacer un comentario objetivo ante la ingente cantidad de textos mediocres que leemos cada tarde, somos, y me incluyo en el lote, una manada de borregos regalando los oídos a cualquier “juntaletras” con tal que ese mismo “juntaletras” nos engorde el ego cuando sea nuestro turno.

En ese instante, Stavros “el griego” saltó como un resorte de su silla, y encarándose al capitán le espetó:

.- Oiga capitán, si pretende faltarnos al respeto ni es el lugar indicado, ni Ud. la persona idónea para hacerlo. Le recuerdo que es Ud. uno de los autores más valorados de esta tertulia, y además no se caracteriza tampoco por su ecuanimidad.

Mary como una de las decanas de la tertulia intentaba poner paz en la discusión:

.- Stavros, si bien es cierto que la forma no es la correcta, quizás el capitán en el fondo tiene algo de razón, las valoraciones que hacemos en muchas ocasiones no se ajustan a la realidad, y votamos muchas veces esperando la reciprocidad de nuestros compañeros.

El capitán se encendía cada vez más, y su tono subía decibelios a medida que los contertulios realizaban sus intervenciones fueran para criticar su postura o para valorar el punto de vista que aportaba.

.- ¿Cuanto hace que nos abandonó Ender? ¿ Alguien le recuerda? ¿Recordáis sus requerimientos, sus críticas? Hace más de veinte años que no salimos de este bar, escribimos textos que luego leemos con gran pompa ante nuestros propios compañeros esperando sus comentarios de loa y alabanza. Cuando alguien entra por primera vez, en lugar de guiarle y enseñarle los secretos del oficio, estamos más pendientes de ganarnos su afecto para ponerle de nuestro lado, y con ello ni le hacemos un favor al recién llegado ni nos lo hacemos a nosotros mismos.

Manuel Trigo pidió silencio ante el tumulto de voces que protestaban y con semblante serio se dirigió al capitán:

.- Capitán Espárrago, Ender nunca nos abandonó. Fíjese bien en su retrato colgado junto a la estantería de los cuentos ignorados, aquellos que nunca tuvieron una sola valoración, y que nadie leyó jamás, entre ellos alguno de los suyos capitán. Ender es nuestro creador, y Ud., Stavros, Mary, Lucía, Gonzalo, Mercedes, Miranda, Io, incluso yo mismo, somos los personajes de ficción que él fue dibujando en sus relatos. Nuestra vida está escrita en papel, somos extraños trazos de tinta, no existimos capitán más allá de la imaginación de Ender. Ud. nunca ha navegado en el “Nuestra Señora de Montserrat”, ni se suicidó tras ver morir a su mujer, Ud. jamás ha participado en akelarre alguno, ni siquiera es el pobre Federico que tuvo que saltar ante los disparos del conejo gigante. Desengáñese capitán, nunca escribió ningún cuento de Navidad, y sus escasas incursiones por la poesía, y por qué no decirlo carentes de todo interés, no son más que los sonetos sin sinalefa desechados del gran Ender, quien al escribir compulsivamente iba diseñando nuestra propia vida de ficción. Dele la vuelta a la mesa capitán y verá en ella su pasado y lamentablemente su presente y su futuro.


El capitán, con un gesto de resignación y ante las miradas compasivas del resto de sus compañeros de tertulia giró el mármol blanco que cumplía las funciones de escritorio y pudo leer:

Aquí yace el Capitán Jack Espárrago.

1998-2007 +


.- Cada una de las mesas del local es un epitafio, capitán. Son nuestras propias tumbas convertidas en mesas de tertulia. Fallecimos cuando nuestro creador terminó sus relatos, y vivimos la vida imaginaria que los mismos textos nos permiten vivir. Por eso ninguno de nosotros ha salido nunca fuera de este bar, y quien entra nuevo es porque Ender sigue escribiendo allá donde esté y creando nuevos personajes que se integran en el grupo.

¿Cada semana le hemos de estar contando lo mismo, capitán? Ande, tómese su té y deje de dar la lata.

miércoles, 15 de julio de 2009

LA MANSION DEL TERROR.



La noche se había cerrado en una oscuridad siniestra, solo rota por los fantasmagóricos destellos de los relámpagos. Era más de medianoche y la tormenta caía sobre la casa del lago como un Armagedón bíblico; el estridente retumbar de los truenos aturdía por momentos los sentidos, dejando al descubierto nuestra vulnerabilidad.

Solía aparecer pasadas las doce. La casa del lago era su morada y regresaba para convertir nuestra vida en una pequeña franquicia del Averno. Acurrucadas en una esquina del desván, Alicia y yo nos abrazamos llorando al oír el rechinar de la verja del jardín; los pasos torpes del monstruo chapoteaban en los charcos mientras un sonido gutural brotaba de aquella fétida garganta. La bestia partió de una coz la puerta de entrada y gritando empezó a subir las escaleras hacia nuestra escondite. Los vetustos peldaños de madera crujían a su paso como un preludio siniestro de la tragedia.

Nunca había visto a Alicia tan asustada, miré su carita de ángel y aquel terror reflejado en sus ojos me convenció por fin de la imperiosa necesidad de luchar por nuestra vida.

Cuando abrió la puerta del desván, Carlos empezó a desabrocharse los pantalones iniciando el mismo ritual de todas las noches que llegaba borracho del bar. Intentó pegarme como hacía siempre antes de acercarse a Alicia, pero esta vez me abalancé sobre él y le clavé en el cuello un enorme cuchillo de cocina que tenía escondido bajo la alfombra. Pude ver como se desangraba en un rincón de la habitación; intentaba articular alguna palabra y su mirada implorada una piedad que nunca había tenido con nosotras. Lentamente su vida se fue extinguiendo ante nuestra presencia.

En silencio esperamos la llegada de la policía, y Alicia por primera vez en muchos meses se durmió tranquila en mis brazos. Nunca más desde aquella noche hemos regresado a la casa del terror.

lunes, 6 de julio de 2009

Cómo romper con tu novia en 64 sencillos pasos

Este es un pequeño texto que mandé a la Cadena Ser en un espacio semanal de Juanjo Millás, y parece que le gustó. He cambiado el final haciendo caso a la recomendación del maestro.


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Dejé a mi novia desandando el camino recorrido. Primero saqué algunos calzoncillos del cajón del armario y los llevé a casa de mi madre, unas semanas más tarde los trajes, y finalmente el cepillo de dientes.

Una tarde aparecí con un ramo de rosas blancas, y le pregunté:

-¿Quieres que lo dejemos y me vaya?

Me miró con un brillo especial en sus ojos y sonriendo contestó:

.-Creía que no me lo ibas a proponer nunca… claro que sí, tonto.

viernes, 3 de julio de 2009

MICRORELATO BAJO FOTOGRAFIA DE GAVIOTA EN UN VIERNES DE VERANO.






Margarita, está linda la mar,
y el viento lleva esencia sutil de azahar
...


Esos versos de Rubén Darío pasaban fugaces por mi mente mientras encendía el último cigarrillo del paquete, y me traían a la memoria su sonrisa cada vez más desdibujada por el tiempo. Una gaviota planeaba ante mis ojos interpretando una delicada danza al compás de las corrientes de aire, y al fondo las olas rompían en una orgía de espuma blanca contra las rocas.


Entre tanto, apurando las últimas caladas, yo seguía reflexionando sobre mi futuro sentado al borde del acantilado.

domingo, 28 de junio de 2009

EL COLECCIONISTA.


Desde su infancia había coleccionado billetes de ida y vuelta, tenía una extensa colección de experiencias acumuladas en su memoria que le habían ido convirtiendo en lo que era. Fede pensaba que la vida es como un inmenso apeadero desde donde compramos los billetes que nos conducen hacia inescrutables viajes a través del tiempo, y que una vez completados nos devuelven una y otra vez a la misma taquilla, donde habremos de seguir comprando más.

Recordaba algunos de ellos, quizás el primero por ser iniciático, le quedó registrado en la memoria con tal nitidez que los detalles conformaban un delicioso mosaico de colores, imágenes y sonidos que le acompañaron toda su vida. Aquellos veraneos de su niñez y adolescencia en Sant Hilari, los juegos en el jardín de la casa de Montse, una niña pelirroja que no se despegaba de él durante todo el verano; los preparativos de la fiesta de disfraces con el resto de “ la colla” que cada final de agosto celebraban en la pequeña discoteca del pueblo como fin de la temporada turística; las excursiones en bicicleta por los bosques cercanos, y su primer beso junto al tronco de aquella encina centenaria de la “Font del Sastre” en la que dejaron grabados sus nombres dentro de un corazón.

También le vino a la mente uno de los más dolorosos, el que tuvo un regreso más difícil, su paseo de ocho años por los infiernos de la droga. Aquel tren de alta velocidad que al principio circula por oníricos paisajes de luces y sensaciones, pero que en un punto de no retorno se adentra en un oscuro túnel sin final.Se acordó de las interminables noches de subidas y bajadas, de los “monos”, de los días recorriendo como un pobre diablo el camino de los yonkis hacia el barrio de La Mina donde “ligar” unas papelinas para ir tirando, del abandono de su trabajo, del hacer cualquier cosa por una raya. Y de sus padres, que fueron quienes le rescataron y le trajeron de vuelta sin pedirle nada a cambio, sacrificando parte de su vida para que él pudiera volver.

Después llegó Alicia, que puso serenidad a su existencia y con la que recorrió el viaje más bonito. Con ella disfrutó de la vida en toda su extensión; la convivencia diaria fue tejiendo un trama de complicidad que les permitía afrontar cualquier reto que se propusieran, la llegada de los hijos, su educación y la creación de una familia razonablemente feliz. Un viaje por la ternura, sin tópicos ni pasiones exageradas, pero con todos los matices que configuran una verdadera historia de amor.

Al final, un cáncer se llevó a su compañera antes que a él. Paradójicamente y a pesar de sus excesos, la vida le condenó a vivir los últimos días de Alicia y ver cómo se iba convirtiendo en una triste sombra de lo que fue. Tras una lucha desigual contra la muerte y el sufrimiento salieron derrotados. Sus hijos, absorbidos por el trabajo y la “modern way of life” hacía tiempo que solo le visitaban por Navidad y en contadas ocasiones; de hecho le insinuaban con frecuencia, y cada vez con mayor insistencia, la conveniencia de ingresar en una residencia geriátrica donde le aparcarían para el resto de sus días.

Fede observaba con un placer inusual aquel billete, el más deseado de su extensa colección de tickets de viajes, este último solo de ida. Aquella vieja escopeta de caza Beretta brillaba como la tarde, hacía ya más de cuarenta años, cuando la vio en el escaparate de la armería y destinó todos sus ahorros para adquirirla. La había estado limpiando con un paño aceitado durante todo el día, y comprobado todos sus mecanismos con minucioso cuidado. Sus ancianas manos recorrían la culata acariciando la madera barnizada como se acaricia la suave piel de una amante. Introdujo con parsimonia dos cartuchos para cazar jabalíes, con unos enormes perdigones diseñados para penetrar la gruesa piel de los salvajes ungulados, se sentó en aquel sillón donde tantas veces había visto jugar a sus hijos junto a la chimenea, y apoyando el extremo del cañón en su barbilla, con el dedo del pié accionó el gatillo. Un sonido seco retumbó en el salón y se extendió por toda la casa como fedatario de la partida hacia su postrer destino.

miércoles, 24 de junio de 2009

AKELARRE






Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, o dicho de otra forma, que estamos en periodo solsticiar, cuelgo este relato remasterizado y corregido tras mi viaje a Navarra de esta semana santa.


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Llovía insistentemente aquella tarde, Anna llevaba más de seis horas conduciendo su pequeño Opel Corsa desde Barcelona hasta las inmediaciones del Valle de Baztán en Navarra. El paisaje hasta entonces había sido maravilloso, bosques de abetos centenarios se erguían a banda y banda de los cristales del vehículo, había transcurrido mucho rato desde que había dejado la autopista y se adentraba por carreteras secundarias. De forma sorpresiva una espesa niebla empezó a cubrir la carretera impidiendo la visión a más de dos metros de distancia y en cambio no cesaba de llover, era la primera vez que se encontraba en esa situación, y aunque no era una mujer fácil de atemorizar sentía una inquietud extraña.


Hacía más de un año que redactaba su tesis doctoral sobre la persecución de la brujería por parte de la Inquisición en España, y le interesaba profundamente la leyenda de las brujas de Zugarramurdi. La historia se remontaba al año 1610; el inquisidor Alvarado se instaló en Zugarramurdi acusando a más de doscientas cincuenta personas de prácticas de brujería, cuarenta de ellas fueron llevadas a al Tribunal del Santo Oficio, dieciocho admitieron tras ser sometidas al tormento haber mantenido reuniones con el diablo, de los cuales ocho fallecieron presas y el resto fueron condenados a la pérdida de todos sus bienes y prisión perpetua, once procesados negaron hasta el final las acusaciones del fiscal, seis fueron quemados vivos y los cinco restantes que habían fallecido en prisión, fueron condenados en efigie.

El objeto del viaje era pasar la noche del veintiuno de Junio, solsticio de verano, cerca de las cuevas en compañía de Itziar, una compañera de Universidad originaria de Pamplona gran conocedora de la historia y tradiciones de su tierra junto con unos amigos de esta. Había traído abundante hierba de cosecha propia cultivada en el balcón del apartamento que compartían en Barcelona, alcohol, y unos monguis alucinógenos que había comprado por Internet en una Web llamada Isla Tortuga. Itziar le esperaba desde hacía un par de días acampada con sus amigos en el que Caro Baroja denominó "prado del cabrón", en las inmediaciones de las cuevas, y le había prometido rememorar uno de los akelarres que se celebraban durante la edad media con todos sus ritos y litúrgias, eso sí, sin brujas; su amiga era una cachonda impenitente, y según le había comentado sus dos amigos estaban como quesos.

Por fin llegó al desvío que se adentraba en el pueblo de Zugarramurdi, tal como le había indicado su amiga, tras un kilómetro escaso a la salida, el estrecho camino le conducía al prado donde debían estar acampados. Iluminó con los focos del vehículo y allí estaba la tienda de campaña. No vio a nadie, nada extraño con la lluvia que caía pensó, debían estar sin duda en el interior de la pequeña canadiense. La espesa niebla impedía observar la belleza del paisaje, pero se intuía un verde profundo de la vegetación que se enmascaraba lentamente con la caída de la tarde.

Se acerco rápidamente a la tienda con la sorpresa de encontrarla vacía.

.- Estarán en el pueblo pensó, con esta lluvia se habrán acercado a tomar unas copas.

Aún no eran las ocho de la tarde del día más largo del año y estaba oscureciendo, parecía como si la noche quisiera desplomarse impaciente sobre los valles navarros y envolver de misterio el ambiente. Anna sacó de su paquete de Marlboro un porrito ya liado y lo encendió, necesitaba desprenderse de la tensión del viaje y de aquella insistente inquietud que la atenazaba desde su llegada. Las primeras caladas le relajaron, la euforia del cannabis le empujó a salir al exterior y acercarse a la cueva de las brujas que se encontraba a escasos cincuenta metros, a esas horas no quedaba ningún vigilante y la entrada estaba franca. Con la tenue luz de su linterna se encaminó en dirección hacia la pared de roca y al acercarse divisó en el fondo de la cueva un pequeño resplandor, entró y observó una hoguera encendida casi al fondo de la caverna, intentó escudriñar con su vista todos los rincones de la oquedad pero no pudo divisar a nadie en la estancia salvo unos pequeños murciélagos colgados del techo en uno de los rincones; la marihuana y el cansancio del viaje estaban haciendo mella en Anna, y no tardó en dejarse caer profundamente dormida al calor de la hoguera.

De repente despertó sobresaltada por un calor intenso, la hoguera ardía ahora de forma muy viva, la luz que desprendía le impedía ver la entrada de la cueva, y al fondo de la misma unas sombras parecían danzar en la pared. Cuando pudo acostumbrar sus ojos a la luz, vio a su amiga desnuda bailando con los dos amigos alrededor del fuego una extraña danza con las manos entrelazadas, Itziar al ver que Anna había despertado se acercó a ella y besándola suavemente en los labios, le susurró al oído:

.- Ven, quítate la ropa y baila con nosotros la danza del carnero.

Anna estaba excitadísima, se dejó llevar por Itziar y empezó a bailar una extraña danza sin música, escuchando ensimismada las palabras en euskera que recitaba su amiga rítmicamente. El más alto de los hombres la cogió suavemente por la cintura, y le empezó a besar mientras la acariciaba, Itziar entre tanto ya estaba subida encima de su otro amigo. Follaron toda la noche, todos con todos en una extraña ceremonia lúdico-mística en la que en ningún momento Itziar dejaba de cantar las invocaciones demoníacas; fue una orgía fantástica, llena de sensaciones placenteras como nunca había vivido, ni siquiera en aquellas fiestas que organizaba Carlos, el tutor de la tesis en su casa de Barcelona, y que solían acabar en “petit comité” con los participantes en pelotas dentro de la piscina.

Casi de madrugada se quedaron todos dormidos.

Por la mañana le despertó el ruido del motor de un coche, miró a su alrededor sin encontrar ni a Itziar ni a sus amigos, se vistió deprisa y salió al exterior de la cueva. Fuera había estacionado un vehículo de la policía foral Navarra, uno de los agentes se acercó a ella y se identificó como el sargento Alvarado.

.- Buenos días señorita, ¿conocía a los chicos que acamparon en aquella tienda?

Anna pensó asustada que quizás les habían detenido por posesión de drogas, en la tienda había maría para que fumara un batallón de legionarios, acabáramos que a su edad, y a punto de terminar el doctorado terminara como imputada en un delito contra la salud pública.

.- Sí, Itziar era amiga mía, a los chicos casi ni les conozco ¿han hecho algo ilegal agente?

.- No, no se trata de eso, lamento tener que comunicarle una trágica noticia, sus amigos sufrieron ayer a las siete de la tarde un accidente de tráfico justo al salir del pueblo, lamentablemente no se pudo hacer nada por sus vidas, murieron en el acto, y hoy hemos sabido que estaban acampados aquí. Lo siento mucho señorita. ¿Necesita que la ayudemos?

No brotó ni una lágrima de sus preciosos ojos azules, el recuerdo de la pasada noche estaba tan vivo que todavía recordaba los olores, los sabores y el tacto de los cuerpos desnudos, recordó amargamente que Itziar siempre cumplía sus promesas, por eso era su mejor amiga, nunca le había fallado.

.- ¿Señorita, está Ud. bien? ¿Quiere acompañarnos a jefatura? Necesitamos su declaración.

Las sombras seguían danzando en el fondo de la caverna cuando los coches se alejaron en dirección al pueblo, mientras tanto, la hoguera se extinguía lentamente.