miércoles, 20 de agosto de 2008

SIETE HOMBRES SIN PIEDAD



Sentados en aquella mesa del restaurante donde anónimamente habían sido citados por medio de un telegrama, siete hombres se miraban fijamente a los ojos en silencio; algunos de forma familiar, otros desconociendo la identidad de sus acompañantes parecían interrogarse con la mirada.

Alberto, el padre severo e intransigente que había dirigido su vida desde la niñez, nunca comprendió sus ganas de estudiar, de viajar, de conocer... Le obligó a trabajar desde la adolescencia en la pequeña tiende de ultramarinos familiar y enterró sus sueños bajo cajas de botellas de gaseosa y paquetes de lentejas. Javier, su hermano, quien nunca había dado un palo al agua, cuyas maldades tuvo que sufrir desde su infancia y guardarle el debido respeto que su género exigía en la tradición familiar. Antonio, el que fue su marido, aquel muchacho de quien se enamoró con apenas 15 años y que tras unos meses de feliz relación se convirtió en el ogro más odiado ¡tantas palizas en privado, tantas humillaciones en público! Nicolás quien durante más de tres años fue su amante y confidente, en quien se refugió para escapar del infierno cotidiano, y que mes tras mes le prometía dejar a su esposa para escaparse con ella. Don Leopoldo, el supervisor de planta en la empresa donde trabajó los últimos años, un tirano psicópata que disfrutaba con el sufrimiento ajeno, en especial con el suyo, y sus dos hijos, Carlos y Alejandro, que consumieron sus últimas esperanzas de ser feliz, dos balas perdidas entregados al alcohol y la vida fácil convirtieron las noches en interminables y angustiosas esperas y los días en una esclavitud forzada y exigida en aras al amor maternal.

En ese momento un camarero les acercó unas botellas de aguardiente y un sobre que contenía una concisa misiva. Alberto era un hombre muy mayor, casi 90 años, y sus manos temblaban con un parkinson galopante mientras abría el sobre, se lo entregó a su hijo Javier para que leyera la breve epístola, Javier leyó en voz alta:

“Habéis sido los hombres de mi vida, todos vosotros en mayor o menor medida. Hoy solo quiero deciros que os dejo, a todos; os abandono como se abandonan unos zapatos viejos, sin melancolía ni remordimiento, sin tan siquiera rencor, solo con la indiferencia que me produce vuestra pérdida. También he querido dejaros unas botellas de aguardiente para que me olvidéis pronto, aunque estoy segura que no os harán mucha falta. Me voy con Alicia, mi mejor amiga y la mujer que amo, y como Telma y Louise recorreremos el mundo hasta que nuestras fuerzas nos indiquen el final. No os molestéis en buscarme, estad seguros que los años que me quedan seré una mujer feliz.

Hasta nunca,

Piedad.”

7 comentarios:

Melibea dijo...

Sabinera como soy me ha gustado eso de "... como a unos zapatos viejos".
¡Esa mujer se merece un monumento!
Iba para santa y se convirtió en chica mala, de esas que van a todas partes. Para quitarse el sombrero.
Aunque (ahora viene el pero) Ese cambio tan radical de gustos no sé yo... No todos los hombres son iguales ¿O sí?

Anónimo dijo...

Buenas noches, Rojo

Pues sí me gusta. Y me gusta más la forma. Es más sencillo. Debe de ser por eso.

Antes de llegar al último párrafo ya me estaba diciendo que esa mujer cargaba siempre en los otros las culpas de su triste destino. Así, el hecho de que fueran hombres, en lugar de mujeres, era en realidad circunstancial.

Sin embargo, al final se decide a actuar. En mi opinión sólo elige a una mujer (no sólo a una amiga) por puro despecho. En su caso es un error. Seguramente, como casi todas, querrá que la quieran. Un hombre, desde luego. Ha elegido a una mujer porque no se fía. Pero puede sucederle lo mismo, en realidad. Cuando pasen unos pocos meses. Eso de mencionar a Telma y Louise...Es como si de sombra triste ha pasado a ilusa feliz. No parece algo sólido.

Pero al menos ha decidido ella. Y puede probar de nuevo, si es que se ha equivocado. Tal vez tenga razón. Yo prefiero que sea así, que sea feliz.

No sé, Rojo, si lo que querías era un comentario de texto, como aquellos del instituto. El caso es que ya me estoy quedando frita.

Hasta mañana.

Anónimo dijo...

Ay, era yo, Junio.

Junio

RAMON MUNTAN dijo...

Melibea... No.

:)

RAMON MUNTAN dijo...

Gracias Junio...

Quería la opinión de una mujer, nada más. A veces a los hombres nos faltan referencias cuando queremos escribir sobre temas que nos son más o menos ajenos.

Robert dijo...

....pues a mi si que me ha gustado bastante, me ha parecido muy....cinematográfico,...algo de JOsep L. Mankievicz...bravo, mi capitan...y mañana Lituania...

Anónimo dijo...

Tienes capacidad suficiente para ponerte en la piel de una mujer.

No es tan extraña la historia, muy real. Vivimos por y para los demás, volcanes callados por siglos a punto de explotar. Y claro, sorprenden! Lo que más me ha gustado: su nombre Piedad, y la botella de aguardiente para que la pongan verde. No la olvidarán...
Yo me hubiese elegido a mí misma.

Que pase usted unas felices vacaciones!