domingo, 16 de noviembre de 2008

LA MANADA (7)



El tren llegó a la estación casi de madrugada; la estación de Atocha era una enorme estructura de acero en forma de bóveda de media caña repleta de personas incluso a aquellas tempranas horas, soldados que iban y venían por los andenes, viajantes que con sus voluminosas maletas repletas de muestrarios descendían del tren a toda prisa, y un mosaico de gente esperando en el andén. Me encaminé hacía la puerta arrastrando la maleta y una bolsa de plástico, cuando vi a dos mujeres de edad avanzada acercarse a mí:


.- tu debes ser Xavier, eres igual que tu padre. Soy tu tía Leonor ¡ Hace tantos años que no te habíamos visto, por Dios como has crecido!


La tía Leonor era una prima soltera de mi padre que vivía en Madrid con su hermana Encarnación, tendría una edad indeterminada entre 65 y 75 años, y su hermana los 50 y tantos, esta última tenía una discapacidad física, era sordomuda de nacimiento, y la tía Leonor se sintió obligada a "cuidar" de ella desde que murió su madre. Ambas vivían en un espacioso piso cerca de la puerta del Sol, en la calle Príncipe, a pocos minutos en taxi de la estación. Al llegar a la finca, el portero ante mi perplejidad cogió mi maleta y la subió por las escaleras hasta el tercer piso ,mientras mis tías y yo subíamos en un elegante ascensor de madera y espejos. Las tías vivían de unas confortables y substanciosas rentas que les había dejado su padre, un indiano que hizo fortuna en Cuba antes de la revolución castrista, y que regresó cuando el régimen de castro le expropió todas las haciendas y tierras que poseía en La Habana. Su posición desahogada se reflejaba en la decoración del piso, muebles de estilo español de oscura madera trabajada, alfombras persas y un enorme espejo veneciano en el recibidor, el distribuidor era un largo pasillo con habitaciones a ambos lados que desembocaba en un salón espectacular rodeado de grandes vidrieras que daban a un balcón principal; del techo del salón colgaba una lámpara de lágrimas de cristal bellísima ,a la que le faltaban algunas debido a su antigüedad y probablemente a la dejadez de mis tías. Toda aquella casa tenía un aspecto elegante pero decadente, como un viejo noble arruinado.


.- Esta será tu habitación, puedes dejar la maleta y la asistenta te ordenará la ropa en el armario.


La habitación era tan grande como nuestro piso de Santa Rosa, o al menos eso me parecía a mí. Una cama niquelada de matrimonio presidía una estancia en la que se ubicaban dos mesitas de noche de estilo victoriano, una cómoda a juego, el armario enorme de cuatro puertas y un escritorio-librería con un sillón forrado de terciopelo marrón. El suelo estaba formado por losas cerámicas que conformaban unos dibujos florales, y que por el transcurso del tiempo habían perdido el brillo original. Lo cierto es que quedé deslumbrado, nunca había estado en una casa como aquella.


Madrid era una ciudad llena de claro-oscuros en aquellos años, la primera sensación fue el olor, un fuerte olor a café quemado y a fritos inundaba las calles que rodeaban la Puerta del Sol. Mis iniciales paseos se limitaban a caminar por la plaza y observar aquel enorme y viejo reloj que tantas veces había visto en televisión la noche de fin de año, recorrer la carrera de San Jerónimo, sentarme junto a los leones de Las Cortes y tomarme un bocadillo de calamares en la plaza Mayor. Todo era tan exótico para un pobre chico catalán de pueblo…


.- ¡Pss chaval! ¿Has visto esto alguna vez?


Me acerqué a un corro de gente que apostaban a un extraño juego, en el que un enjuto hombre con una gorra calada hasta las cejas, hacía correr un garbanzo entre tres cáscaras de nuez para esconderlo en el interior de una de ellas, el hombre que me había llamado me dijo que era fácil ganar unas pesetas si eras rápido con la vista.


.-Cinco duros la apuesta chaval.


Estuve observando durante un buen rato como un viejo gitano le ganaba al tipo de la gorra cada vez que apostaba, lo cierto es que se veía fácil acertar donde estaba el garbanzo, y al final me decidí a apostar. Era evidente que el improvisado coupier no era muy hábil con las manos.Perdí los veinte duros que me había dado tía Leonor para desayunar entre las risotadas de la concurrencia y me di cuenta que tenía muchas cosas que aprender si quería sobrevivir cinco años en Madrid.


Mientras, en el music-box de un bar sonaba Angie de los Stones, y mi mente volaba otra vez hacia el Bar Rute.





8 comentarios:

kiko dijo...

ya estamos en la capital... q pasará??

gracias por el nuevo capitulo¡¡

Anónimo dijo...

No me imaginaba yo que íbamos a entrar en Madrid por Atocha y la puerta de Sol.

Está muy bien. Parece que al fin Madrid tendrá más de un capítulo ;)

Mercedes

Anónimo dijo...

Lo he leído desayunando. Y me ha encantado. No sé por qué me gusta tanto. O sí lo sé. Se mastica la verdad.

Cuando he leído lo de los viajantes y las maletas no he dejado de acordarme de Uncle.

Todo era tan exótico para un pobre chico catalán de pueblo… Esto no lo veía así Xavi. Esto es un poquito de sorna. Bueno, está bien también. Todo está bien.

Lo de que tenía que aprender mucho para sobrevivir cinco años en Madrid lo pensaría porque iba a darse a la vida golfilla. Si en Madrid casi todo el mundo es cariñoso y amable.

...Y el bar Rute y la chica se están achicando, ¿no?

Ojalá sigas pronto

Junio

David Gómez Hidalgo dijo...

Llegar y conocer a nuevos "amigos". ¿Será que tiene un imán para coleccionar amigos?
¿Veremos la creación de una nueva manada?

RAMON MUNTAN dijo...

...Y el bar Rute y la chica se están achicando, ¿no?


jejeje ¡ que va Junio! a veces las personas que dejas atrás se acaban haciendo tan grandes que cuando las vuelves a ver casi no las reconoces.


Mercedes:

¿Por donde iba a entrar un catalán del año 73 en Madrid, sino por Atocha?

Bolzano, será...

Anónimo dijo...

La mayor parte de las veces hay que soltar lastre para crecer.

Increible el vértigo que da el empezar una nueva aventura, ese perder ingenuidad por el camino y mantener intacta la capacidad de sorprenderse. Lo mejor a pesar de los palos es seguir caminando y este lobo tiene cuerda para rato.

Me ha encantado eso de que una hermana cuída a la otra. Quién cuída a quién?

Enhorabuena!

Anónimo dijo...

Me refería a la historia. No esperaba que empezaras así.

De todas formas, podía haber venido en autobús, por la Nacional II.

Mercedes

Anónimo dijo...

Ese año estábamos en cuarto de EGB, Rojo.

Espero que hagas un recorrido canalla, otro de tapeo, y así. Ahora me apetece tapeo. Casi no he comido. Aunque los bares debían de ser, o típicos y antiguos-antiguos (estaño, azulejos, etc), pero corroídos y no flamantes como ahora, o bien hortera-cutres-horrorososo al estilo de los setenta.

¿Y se enamorará de una madrileña?


Y perdona, es sólo que me apetece que sigas.

Junio